MADRID, 15 Feb. (EDIZIONES) -
¿Quién no ha sentido nunca envidia, codicia, culpabilidad, odio o vanidad? Todos hemos sido alguna vez 'víctimas' de estos sentimientos que han llegado a deteriorar nuestras relaciones con las demás personas. Cuando nos dejamos llevar por ellos no somos dueños de nosotros mismos y podemos comportarnos de modos indeseables, de los que después no arrepentimos.
Así lo asegura a Infosalus Ignacio Morgado, catedrático en Psicobiología y director del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona, autor de 'Emociones corrosivas' (Ariel), un libro que analiza a partir de los últimos estudios científicos y de ejemplos históricos qué son lo que él denomina como 'emociones corrosivas'.
"Son emociones negativas que se implantan en el cerebro y en la mente de las personas. La corrosión viene cuando éstas no son puntuales, sino que duran mucho tiempo, forman parte de la manera de vivir de los individuos, y por tanto, perjudican a la salud física y mental de los individuos. Pueden llegar a ser algo equivalente al estrés. Cuando se implantan en nuestro cerebro generan alteraciones en el sistema inmunológico, en el cardiovascular, y en el cerebro", señala el especialista.
¿CUÁL ES SU ORIGEN?
Según indica, su origen es resultado muchas veces de las comparaciones que efectuamos con los demás, aquello que ellos tienen pero nosotros no. "Esto puede generarnos codicia, o envidia, por ejemplo. Cada emoción tiene su propio origen, pero todas ellas tienen un denominador común: mirar hacia los demás, el compararnos con ellos", precisa Morgado.
Asimismo, el experto destaca que todas ellas suelen afectar o radicar en áreas del cerebro relacionadas con las emociones básicas, y que interaccionan con las áreas relacionadas con la razón, como la corteza frontal. "Esa interacción entre lo que sentimos y pensamos es la que genera el cóctel al que puede dar lugar la aparición de una emoción corrosiva", apostilla el catedrático de Psicobiología.
Es más, explica que, en sí, no se encuentran en ningún sitio, si no que son funciones. "Los sentimientos o emociones es algo que hace el cerebro, es el trabajo del cerebro que en funcionamiento las origina", agrega.
Morgado destaca a su vez que hay personas más propensas que otras por dos razones: la herencia genética y factores ambientales y educacionales. "Puede existir una predisposición genética. Uno no nace siendo odiador, envidioso, vergonzoso o vanidoso. Pero nace con determinadas reactividades emocionales. Es algo que heredamos de los progenitores. Hay niños que cuando se les contradice se frustran y se enfadan mucho, pero otros no. El tipo de respuesta que de forma automática hacemos cuando nos sentimos atacados, eso es la reactividad emocional", subraya el experto de la Universidad Autónoma de Barcelona. A ella, según aprecia, también afectarían las circunstancias educativas, ambientales y culturales de cada persona.
¿CÓMO EVITARLAS?
A juicio del director del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuesta "mucho" evitar las emociones corrosivas porque éstas se crean por la selección natural, como un mecanismo automático, no voluntario, que da una respuesta refleja ante determinadas circunstancias, y que tienen un significado especial en nuestra vida.
"No elegimos odiar o dejar de odiar, o envidiar. Aparecen sin que queramos, sin darnos cuenta de ello. Muchas veces nos comportamos como envidiosos sin darnos cuenta. El control de los sentimientos no existe pero sí la capacidad de razonar; es así cómo se pueden combatir", agrega.
Como consejo muy simple, Morgado cree que siempre hay que pensar qué se gana envidiando o odiando, por ejemplo, qué es lo que se gana con cualquiera de las emociones corrosivas. "Es conveniente que, cuando nos demos cuenta de que tenemos más que perder que qué ganar por ellas será el primer paso para tratar de aliviar y mantener a raya esas emociones. Si no, si se implantan en nosotros como una base de nuestra personalidad y acabaremos por destruir nuestro bienestar y nuestra salud física y mental", advierte.
Con todo ello, el experto recuerda que es inevitable que los sentimientos, que estas emociones corrosivas aparezcan o surjan en nosotros, si bien defiende que está en nuestra mano el evitar hablar mal, el hacer daño a alguien que odiamos o envidiamos.
"Está en nuestras manos y podemos conseguirlo. No podemos dejar de odiar o envidiar, es muy difícil, pero sí evitar hablar mal de la persona a la que envidiamos u odiamos. No sólo podemos dejar de hacerlo sino que sería bueno para no perjudicar más nuestro bienestar. Hacer daño constantemente a las personas puede agravar el sentimiento de odio o de envidia que ya tengamos", sentencia.