MADRID, 10 Oct. (EUROPA PRESS) -
Experimentos conductuales han demostrado que cuando las mujeres comparten una suma de dinero lo hacen más generosamente que los hombres. Para entender mejor este comportamiento, neurocientíficos del Departamento de Economía de la Universidad de Zurich, en Suiza, examinaron las áreas del cerebro que están activas cuando se toman decisiones de este tipo, demostrando que los cerebros de los hombres y las mujeres responden de manera diferente al comportamiento prosocial y egoísta.
El cuerpo estriado, situado en el centro del cerebro, es responsable de la evaluación de la recompensa y está activo cada vez que se toma una decisión. Los hallazgos de este trabajo muestran que el estriado fue activado más fuerte en el cerebro femenino durante las decisiones prosociales que durante las decisiones egoístas. Por el contrario, las decisiones egoístas llevaron a una mayor activación del sistema de recompensa en los cerebros masculinos.
En el segundo experimento, los investigadores interrumpieron el sistema de recompensa administrando medicación a los participantes. Bajo estas condiciones, las mujeres se comportaron más egoístamente, mientras que los hombres se volvieron más prosociales, un resultado que sorprendió a los investigadores.
Como explica el investigador Alexander Soutschek, de la Universidad de Zurich, "estos resultados demuestran que los cerebros de mujeres y hombres también procesan la generosidad de manera diferente a nivel farmacológico". Los resultados tienen consecuencias para la investigación del cerebro, de forma que, según Soutschek, "los estudios futuros deben tener en cuenta las diferencias de género más en serio".
Incluso aunque estas diferencias son evidentes a nivel biológico, Soutschek advierte que no hay que suponer que deben ser innatas o de origen evolutivo. "Los sistemas de recompensa y aprendizaje en nuestros cerebros trabajan en estrecha cooperación. Estudios empíricos muestran que las niñas son recompensadas con elogios por el comportamiento prosocial, lo que implica que sus sistemas de recompensa aprenden a esperar una recompensa por comportamientos de ayuda en lugar de comportamientos egoístas", dice.
Y añade: "Con esto en mente, las diferencias de género que observamos en nuestros estudios podrían atribuirse mejor a las diferentes expectativas culturales que se ponen en los hombres y las mujeres". Este aprendizaje también está respaldado por hallazgos que indican diferencias significativas en la sensibilidad del sistema de recompensas al comportamiento prosocial y egoísta a través de las culturas.