MADRID 4 Nov. (EUROPA PRESS) -
Actualmente se estima que el 40 por ciento de los pacientes hospitalizados que padecen cáncer pueden presentar hiponatremia, una disminución de las cifras de sodio en sangre por debajo de las recomendadas que, de no ser tratada, provoca elevadas tasas de morbimortalidad.
Así lo asegura el jefe del Servicio de Oncología del Hospital Santa Creu y Sant Pau de Barcelona, Agustí Barnadas, con motivo de la publicación de un suplemento sobre este trastorno en 'Formación Médica Continuada', de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
El objetivo de este documento, explica este experto, es "aportar elementos de formación a los oncólogos, generar consciencia de su existencia y de las diferentes alternativas terapéuticas para conceder un mejor confort a las personas que presentan este problema".
En el caso de los pacientes con cáncer, la prevalencia de la hiponatremia se eleva porque el propio tumor genera una hormona antidiurética que multiplica las posibilidades de sufrir Síndrome de Secreción Antidiurética (SIADH), añade Ramón De Las Peñas, jefe de la Sección de Hospitalización Oncológica del Hospital Provincial de Castellón.
Entre los tumores más frecuentes en los que se desarrolla el SIADH destaca el carcinoma microcítico de pulmón, en el que las propias células tumorales generan la hormona antidiurética, lo que provoca que alrededor del 40 por ciento de estos pacientes sufra hiponatremia secundaria al SIADH.
"También pueden aparecer en enfermos afectos de otras neoplasias o bien de procesos inflamatorios del sistema nervioso central o con patología infecciosa pleuro-pulmonar", añade el doctor Barnadas.
El principal problema al que se enfrentan los especialistas a la hora del diagnóstico es el perfil asintomático propio de esta enfermedad, ya que "al ser una patología de instauración lenta o con cifras moderadamente bajas de sodio produce síntomas leves e inespecíficos, que en la mayoría de los casos pasan inadvertidos o son atribuidos a otras causas, como por ejemplo náuseas, fatiga, pérdida de memoria, marcha inestable o calambres musculares".
Por el contrario, en casos severos se presentan otros síntomas neurológicos más característicos: debilidad, cefalea, letargia, desorientación, obnubilación e incluso parada respiratoria y muerte". En este sentido, "acelerar tanto el diagnóstico como el tratamiento garantiza un impacto positivo en la calidad y esperanza de vida de estos pacientes", añade Barnadas.