MADRID, 9 Oct. (EUROPA PRESS) -
Uno de cada dos casos de trastornos mentales crónico se manifiesta antes de la edad adulta, principalmente aquellos de ansiedad, conducta disruptiva (incluyendo el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), estado de ánimo y conducta alimentaria, según ha expuesto el doctor Javier Goti, psiquiatra infantil de de IMQ Amsa, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra este miércoles.
Goti ha recalcado estos datos, recopilados de estudios epidemiológicos replicados en diferentes comunidades y por diferentes autores, para "concienciar sobre el hecho de que la salud mental no es cuestión única de la edad adulta", en relación al lema de la edición de este año, 'Educación inclusiva, salud mental positiva', fijado por la Confederación de Salud Mental España.
El objetivo de este día es "reivindicar una educación que apueste por los valores, que trabaje la diversidad y la inclusión", y que "tenga en cuenta los retos de una sociedad que cambia a una velocidad de vértigo para que se consiga una salud mental más positiva de las generaciones futuras".
"A pesar de los esfuerzos realizados en las últimas décadas desde diferentes agentes sociales y los avances en muchos aspectos, los trastornos mentales en la población infantil y juvenil siguen siendo poco conocidos, derivando todo ello en una situación de perjuicio y de prejuicio para el individuo que los presenta", indica el doctor Goti.
El especialista señala que son la cronificación y la desatención, junto con el desconocimiento, los que "alimentan el prejuicio sobre las personas que las sufren y fortalecen el estigma". "El desconocimiento contribuye a las atribuciones erróneas respecto a la naturaleza de los mismos, sus causas y las consecuencias, y redunda en el estigma, la exclusión y el rechazo", destaca.
En esta línea, reclama que se ha de promover el conocimiento de los mismos para evitar el estigma y prejuicio, "más aún si los modelos educativos fracasan en su labor de educar en valores". "Podemos considerar valores como puntos de referencia, creencias y actitudes que marcan la pauta de actuación ante distintas situaciones y que tienen arraigo en todas las culturas y sociedades y definen modelos de actitudes y relaciones. Su constitución sigue un proceso dinámico a través de las etapas evolutivas del desarrollo personal hasta que llega a formar parte de la propia identidad", ha indicado.
Por ello, el experto subraya que la educación y transmisión de valores es "una responsabilidad compartida" entre la familia, escuela y sociedad, y es "la oportunidad" para incidir en generar actitudes que fomenten la salud y la convivencia basada en el respeto, la empatía y la igualdad, "conceptos todos ellos que fomentan la inclusión e integración en los espacios sociales de las personas afectas de cualquier dificultad, como pueda ser un problema de salud físico o mental".
"La educación en valores no debería limitarse a una asignatura concreta que deba impartirse en centros educativos; debiera ser inclusiva e implicar tanto al profesorado en su conjunto, como a la institución educativa, las familias y la comunidad. El modelado necesario para que este aprendizaje se interiorice no puede darse si hay divergencias entre lo que ocurre dentro de las aulas y lo que pasa fuera de ellas", concluye.