MADRID, 7 Dic. (EUROPA PRESS) -
La rutina fluye a una enorme velocidad, lo que hace de la escasez de tiempo y la necesidad de obtener resultados inmediatos los principales motores del ritmo de vida. Sin embargo, algunas personas no se conforman con sacar su cometido, académico, laboral o personal, sino que tienen que hacerlo perfecto.
"Unas expectativas en cotas demasiado altas y grados de perfección inalcanzables se llevan por delante la salud física y mental, aleccionando sobre la importancia de llegar a la meta por encima del disfrute del camino", ha explicado el psicólogo del Hospital Vithas Nisa Pardo de Aravaca (Madrid), Carlos Rodríguez Méndez.
El perfeccionismo puede ser una virtud. Planificar con minuciosidad las cosas, ejecutar técnicas al detalle, ser detallista con el trabajo personal y exigente con los resultados son cualidades positivas para cualquier persona.
El problema llega cuando se extreman. Las personas con un excesivo nivel de perfeccionismo pueden resultar rígidas en sus convicciones, enormemente críticas consigo mismas e incansables. Estas características llevan directamente hacia el sufrimiento, la frustración y la ansiedad.
Además, la actitud hacia la perfección revela generalmente personalidades inseguras que pretenden defenderse ante cualquier posibilidad de error. El miedo al rechazo y a la crítica externa exigen a la persona elevar sus niveles, donde no exista posibilidad alguna de fracaso.
El perfeccionismo tiene consecuencias para la salud. Un estudio de la Universidad de Brock, en Ontario, Canadá, con personas con edades comprendidas entre los 24 y los 35 años, muestra que los más perfeccionistas sufren habitualmente dolor, insomnio y fatiga. Es decir, se somatiza en problemas de sueño, digestivos, jaquecas o dermatitis derivadas del aumento del estrés.
Por otra parte, es frecuente encontrar casos que derivan en trastorno obsesivo compulsivo o TOC, que se caracteriza por el establecimiento compulsivo de hábitos diarios que resultan satisfactorios y placenteros que pueden funcionar como una vía de escape de la ansiedad generada por no alcanzar la perfección.
Además, el National Institute of Mental Health estadounidense menciona que estas personas sufren pensamientos repetidos y perturbadores llamados obsesiones. Con el fin de controlarlos, las personas con TOC repiten rituales y comportamientos, que llama compulsiones. Quienes sufren la enfermedad no pueden controlar ni los pensamientos ni los rituales, lo que interfiere con su vida cotidiana.
Las consecuencias del exceso de perfección pueden encontrarse en el ámbito laboral con una extremada pérdida de tiempo en revisiones y repasos, además de una mayor lentitud en la ejecución de las tareas. En el ámbito personal, los perfeccionistas suelen verse atraídos por alguien que no lo es y que, además de mostrar una cara más natural en su manera de ser, ejerce de guía en la mejora de la autoestima y la confianza propia.
CONSEGUIR EL PUNTO MEDIO
La búsqueda constante de la perfección no es una enfermedad ni supone un trastorno grave de la conducta, pero conviene controlarlo porque puede evolucionar desfavorablemente. El Hospital Vithas Nisa Pardo de Aravaca recomienda conseguir el punto medio.
- Ser realista. Conocer las limitaciones propias y, sobre todo, ser consciente de ellas para convertirlas en aliadas. Nadie tiene una capacidad ilimitada e, incluso, las personas de más éxito tienen muchos puntos débiles. Si una persona sabe hasta dónde puede llegar, no le afectará el comentario ajeno y podrá dejar de culparse por no ser mejor que el resto. La confianza no hará más que mejorar.
- No compararse. Buscar el propio criterio y establecer la mejor versión de uno mismo por uno mismo. Si una persona se descubre comparándose, debe hacer saltar todas las alarmas y buscar nuevos puntos de vista desde los que analizar esa situación. Seguro que existen perspectivas positivas que adoptar.
- Disfrutar. Encontrar un momento de ocio, de introspección y de cuidarse bien. No es necesario estar todo el tiempo dedicado a algo al 100 por ciento, es mucho mejor diversificar el trabajo y disfrutar de huecos de desconexión. Hay que dejar que esa sensación se traslade también a los momentos de mayor tensión de la vida.
- Equivocarse. Puede provocarse algún fallo y analizar qué ocurre luego. Si se siente la incomodidad de no encontrar todo al gusto de uno y perfectamente dispuesto, poco a poco, dejará de generar ansiedad. Añade que hay que obligarse a que algunas cosas de alrededor no estén en su sitio y evitar la tentación de ponerlo todo en su lugar.
- Trabajar en uno mismo y mirarse hacia dentro. Utilizar técnicas de relajación que mejoren el grado de estrés, ponerse en manos de un profesional que ayude a inculcar la propia autoestima, respetarse y hablarse como gustaría que alguna persona le hablase. También hay que reconocer el derecho a equivocarse como primer paso para permitirse el lujo de aprender de los errores, algo que sacará la mejor versión de uno mismo.