MADRID, 29 Mar. (EUROPA PRESS) -
Alcanzar el famoso 'puntillo' es la principal aspiración que tiene los jóvenes cuando salen a divertirse por las noches porque les permite desinhibirse, estar en un cierto estado de euforia y ser más sociables, según se desprende del estudio 'Sudar material. Cuerpos, afectos, juventud y drogas', llevado a cabo por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación de Ayuda contra la Drogradicción (FAD) con el apoyo del Plan Nacional sobre Drogas.
Para lograr este estado, los jóvenes suelen utilizar distintas estrategias relacionadas con el consumo 'controlado' de alcohol u otras drogas como, por ejemplo, dosificar la ingesta de psicoactivos durante la fiesta o consumir distintas sustancias para nivelar lo que suelen llamar el 'subidón' y el 'bajón'.
Y es que, casi el 60 por ciento de los menores de 30 años cree que estos consumos tienen que ver con divertirse y pasarlo bien y el 30 por ciento con el deseo de sentir nuevas sensaciones. Una percepción que puede explicar el hecho de que esta población sólo considere que un consumo de sustancias es excesivo cuando la persona no es capaz de mantener un control mental y corporal por los efectos de dichas sustancias, pierde la noción del tiempo y del lugar y experimenta estados de enajenación mental, 'malos viajes', conductas agresivas, desmayos o se quedan inconscientes.
Además, al realizar normalmente estos consumos los fines de semana, los jóvenes piensan que tienen un control sobre ellos y los suelen valorar positivamente. Ahora bien, cuando reconocen que van a tener un consumo excesivo de drogas es cuando van a acudir a macrodiscotecas o a 'raves' (fiestas con música electrónica que generalmente se celebran sin autorización en un edificio abandonado o al aire libre).
Así, la búsqueda de experiencias placenteras, consideradas 'libres', 'independientes', 'nuevas' y 'transgresoras' con respecto al orden diario son los motivos principales que narran los jóvenes para explicar su consumo intensivo en este tipo de fiestas. Sin embargo, todo ello tiene que ir acompañado del consumo colectivo para reforzar su pertenencia al grupo, dado que cuando se plantea realizarlo de forma individual lo tachan de adicción.
De hecho, en el trabajo se muestra que cuando los jóvenes van a salir de 'tranquileo', es decir, que no van a acudir a una discoteca o a cualquier otro sitio a bailar, la intención de consumir drogas o abusar del alcohol suele ser baja porque tienen menos expectativas de diversión.
EL PROBLEMA NO SÓLO LO TIENEN LOS JÓVENES
Con todo ello, durante el seminario 'Exceso y ocio juvenil. La extraña pareja', el director general de la FAD, Ignacio Calderón, ha destacado la importancia de que la sociedad general y las instituciones sigan dando vueltas a la solución que se debe plantear ante estas conductas de riesgo de los jóvenes, ironizando con que todavía no se ha logrado encontrar "el puntillo que ellos encuentran con las drogas y el alcohol".
"Estamos ante conductas de una importancia grandísima y, aunque en España tenemos la tendencia de minimizar y simplificar los grandes problemas, debemos profundizar al máximo en el conocimiento de la realidad del asunto, promover una movilización social y unirnos todos los que tenemos que decir algo en este asunto", ha señalado Calderón.
De la misma opinión se ha manifestado el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Francisco de Asís Babín, quien ha reconocido que la contribución a la generación de evidencia empírica de los aspectos que provocan los comportamientos que generan estos consumos es una "asignatura permanente", porque en ellos influye la complejidad del proceso en sí y el hecho de que las costumbres del consumo de sustancias van cambiando con el tiempo.
Esta podría ser una de las causas por las que, por ejemplo, todavía no existe una legislación específica sobre el consumo de alcohol. Si bien, el director técnico del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, Eusebio Megías, ha ido más allá, asegurando que se debe a que estas bebidas suponen "indudables beneficios" para la estructura social de España y a que se intenta sólo culpabilizar a los jóvenes, sin reconocer que es un problema social que "afecta a todos".
"Desde el momento en el que centramos nuestro mensaje en los jóvenes estamos hablando de una forma parcial y unidireccional, lo que hace que los jóvenes vean nuestro mensaje como una charlita porque no nos damos cuenta que en un problema que lo tiene toda la sociedad. Por tanto, nuestras palabras se deslegitiman y, o logramos encarrilar el problema de los jóvenes haciendo un discurso que los incluya como una parte más del problema, o nunca vamos a tener una legitimación suficiente para alcanzar una solución", ha sentenciado el experto.