MADRID, 19 Mar. (EDIZIONES) -
El ayuno intermitente está de moda y son muchas las personas que lo siguen con idea de 'desinflamarse' y de perder peso. El problema está, a juicio de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) que, en ocasiones, quienes adoptan este método no cuentan con toda la información necesaria, ni tampoco son guiados por un especialista para ello.
Esta entidad científica recuerda principalmente que esta práctica no puede considerarse como una dieta en sí, sino que es una pauta que consiste en restringir alimentos durante un periodo de tiempo determinado, mientras que el concepto de 'dieta' se refiere a la ingesta de alimentos y de bebidas.
"El ayuno que se produce tras permanecer sin comer durante la noche, entre 8 y 12 horas, es el que podemos considerar un 'ayuno fisiológico'. Si hablamos de 'ayuno voluntario' podemos encontrarnos con situaciones distintas, como el 'ayuno intermitente o esporádico', siendo las más habituales la periodicidad diaria (al menos 12 horas de ayuno), y la semanal (uno o dos días a la semana, seguidos no)", apunta la SEEN.
Sobre este asunto y cómo puede llegar a afectar a la microbiota entrevistamos en Infosalus a una de las mayores referentes en su conocimiento en nuestro país, a la doctora Sari Arponen, doctora en Ciencias Biomédicas por la Universidad Complutense de Madrid, y especialista en Medicina Interna.
"Como pasa con muchas cosas el hacer 'ayuno intermitente' parece que estás haciendo algo raro o novedoso, pero en realidad es el ayuno nocturno prolongado que deberíamos hacer todos de forma fisiológica, que pasen 12-13 horas desde terminar de cenar hasta el desayuno, y no habría ni que llamarlo así; aparte de que en España se cena muy tarde y convendría para nuestra salud adelantar el horario de las cenas", remarca con motivo de la publicación de 'En la cocina con la doctora Arponen' (Alienta Editorial).
Argumenta que este ayuno prolongado y nocturno le viene bien a nuestra microbiota porque le permite realizar correctamente los fenómenos de limpieza que tienen que pasar entre las comidas: "Sobre todo es importante respetar esas 12-13 horas desde la cena hasta el desayuno, y prolongarlo más si alguien lo tolera, pero también el que pasen 4 horas entre una comida y otra. Esto nos ayudará a tener una microbiota saludable y que no crezcan las bacterias malas porque no se limpia el intestino".
ENFERMAMOS POR LO QUE COMEMOS
Es más, esta doctora finlandesa lamenta que en nuestra sociedad "comemos por encima de nuestras posibilidades en lo que a cantidad se refiere", y muy por debajo de ellas en cuanto a calidad.
"Enfermamos en parte por lo que comemos y lo que no comemos. Y una mala alimentación está detrás de muchas de las enfermedades (junto a otros factores) que sufrimos en nuestra sociedad: cáncer, patologías cardio y cerebrovasculares, las metabólicas (diabetes, fundamentalmente); además, influye en el funcionamiento de nuestro sistema inmunitario, en el cerebro, en el intestino o en el envejecimiento. La alimentación es prevención, tratamiento y es salud", añade.
A su juicio, es tan importante cuidar de nuestra microbiota en el día a día porque al final este ecosistema representa "la mitad de nuestras células prácticamente" y cumple con muchas funciones fundamentales para nuestra salud, como defendernos de los patógenos, o ayudarnos a hacer la digestión, o el decirle por ejemplo a nuestras defensas cómo nos tienen que defender mejor.
"La alimentación es una de los factores principales que van a influir en esa microbiota porque al final nuestro alimento también lo es de nuestros microorganismos. De la misma manera que lo que comemos influye en nuestra salud, también lo hace sobre su salud; entonces, si mantenemos una alimentación saludable, se incrementarán estas bacterias buenas, pero si comemos ultraprocesados aumentarán las 'malas'", avisa esta experta en Medicina Interna.
Con ello, y preguntada sobre cuál es la mejor dieta para nuestra microbiota, la doctora Arponen sostiene que la peor es aquella basada en ultraprocesados. Dentro de las buenas opciones de dietas defiende que una en la que conste la pesca mediterránea, es decir, con verduras, frutas, frutos secos, aceite de oliva virgen extra y legumbres en la base de la alimentación, y que la proteína animal sea a base de animales de mar, bivalvos, marisco o moluscos.
"Este patrón sería el que luego tiene evidencia científica para disfrutar de una buen microbiota, y siempre sobre todo que predominen los productos de temporada, locales y de proximidad", concluye Arponen.