MADRID 12 Jul. (EUROPA PRESS) -
Investigadores del Royal Hospital de Perth, en Australia, han descubierto que los hábitos de vida durante la adolescencia pueden condicionar el riesgo cardiovascular de adultos, tras haber detectado que el consumo de alcohol en el caso de los chicos, las píldoras anticonceptivas en las chicas y el consumo de sal o el índice de masa corporal (IMC) en ambos sexos están asociados a unos niveles más elevados de presión arterial.
Así se desprende de los resultados de un estudio publicado en la revista de la Sociedad Europea de Cardiología, que ha mostrado como la adolescencia es la etapa de la vida en que los comportamientos "tienden a afianzarse", de ahí que con una serie de hábitos se pueden encontrar "importantes beneficios para la salud pública".
Para dicho estudio, los autores del estudio analizaron los resultados de la cohorte de embarazo de Australia Occidental gracias a los datos del estudio Raine, que incluía a 2.868 niños nacidos entre 1989 y 1992, a quienes posteriormente se les realizó un seguimiento a los 1, 2, 3, 5, 8, 10, 14 y 17 años de edad.
En total, los autores del estudio pudieron contar con 1.771 adolescentes, a quienes se les preguntó sobre el consumo de alcohol, tabaquismo, actividad física, uso de medicamentos con receta (incluyendo anticonceptivos orales) y los hábitos alimentarios, y la asociación entre cada uno de estos factores y la presión sistólica y diastólica se calculó.
De este modo, observaron que los niños tenían una presión sistólica de la sangre total de 9 mmHg más alta que las niñas que no tomaron píldoras anticonceptivas.
En el caso de los chicos, por su parte, observaron como la presión arterial sistólica se asoció significativamente con el IMC, el sodio urinario (como marcador de la ingesta de sal) y el consumo de alcohol. E incluso cuando se ajusta por el IMC, la relación con el alcohol y la sal se mantuvo.
El estudio también encontró que la actividad física habitual se asocia con una menor presión arterial diastólica. Además, cuando midieron la presión sanguínea, vieron que aproximadamente el 24 por ciento de los adolescentes eran hipertensos o potenciales hipertensos, un 34 por ciento tenía sobrepeso y el 38 por ciento de los adolescentes obesos se encontraban en estas categorías de presión arterial alta.
Además, el uso de la píldora se asoció significativamente con la presión arterial elevada en las niñas, como por ejemplo la presión arterial sistólica, que fue de 3,3 mmHg más alta que los no usuarios de la píldora, al tiempo que aumentó aún más si venía aparejada de un incremento del IMC.
Según ha comentado uno de los autores del estudio, el investigador Chi Le-Ha, "los adolescentes necesitan ser conscientes de que un estilo de vida que predispone a la obesidad, un consumo elevado de sal y el consumo de alcohol puede conllevar consecuencias adversas para la salud durante la edad adulta".
"Los efectos son aditivos y ya están asociados con la hipertensión", ha lamentado, al tiempo que recomienda advertir a los jóvenes de que el consumo de anticonceptivos orales puede conllevar algunos riesgos".