MADRID, 9 Jun. (EUROPA PRESS) -
Sentir asco o repugnancia es una emoción que todo el mundo ha experimentado en varias ocasiones, si bien hasta ahora no se conocían bien los motivos por los que se experimentaba. Ahora, un estudio llevado a cabo por investigadores de la liderado por la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (Reino Unido) ha descubierto que el asco se produce cuando personas o objetos representan un riesgo para la salud.
ESCENARIOS REPUGNANTES
Comúnmente se ha asociado la repugnancia a heridas profundas, granos, comida en mal estado, insectos o, incluso, deformidades en el aspecto físico de una persona. Sin embargo, se ha mostrado que el asco se produce porque se asocia a un peligro de contagio de enfermedad.
Para llevar a cabo el trabajo, publicado en la revista 'Philosophical Transactions of the Royal Society B', los expertos realizaron entrevistas 'on line' a 2.500 personas, a quienes se les presentaron 75 escenarios potencialmente repugnantes y que iban desde signos evidentes de infección, hasta lesiones cutáneas llenas de pus, objetos repletos de insectos o excrementos.
Los participantes tuvieron que calificar el nivel de repugnancia que experimentaban en cada uno de los escenarios en una escala que iba desde que no sentían nada hasta que sentían un "asco extremo". De todos los ambientes presentados, las heridas infectadas y con pus fueron las calificadas como las más repugnantes.
LAS SEIS COSAS QUE MÁS ASCO DAN
Tras analizar todos los resultados, los investigadores identificaron las seis categorías que más asco producían y que, curiosamente, se relacionaban con los tipos de amenazas de enfermedades infecciosas más comunes.
Históricamente se ha relacionado comer alimentos podridos con la posibilidad de contraer enfermedades como el cólera; el contacto cercano con personas antihigiénicas con la lepra; las prácticas sexuales promiscuas con la sífilis; y el contacto con heridas abiertas con la peste o la viruela.
"Aunque sabíamos que la emoción de la repugnancia es buena para nosotros, hemos descubierto que sentir asco nos sirve para protegernos frente a amenazas infecciosas que pueden poner en riesgo nuestra salud. Esto nos puede ayudar a desarrollar nuevos métodos para mantener el medio ambiente, los animales y nosotros mismos en mejores condiciones higiénicas", han explicado los científicos.
Ahora bien, el asco entiende de géneros ya que, según los resultados obtenidos en el trabajo, ya que las mujeres sentían más esta emoción cuando se les presentaba un escenario en el que había un comportamiento sexual arriesgado o animales portadores de enfermedades.
"A pesar de que realmente solo llegamos a comprender cómo se transmiten las enfermedades en el siglo XIX, está claro que la gente tiene un sentido intuitivo de qué evitar en su entorno. Nuestra larga coevolución con la enfermedad ha conectado este sentido intuitivo de lo que puede causar la infección", ha zanjado el codirector de la investigación y profesor de Psicología de la Universidad Brunel de Londres, Micheal de Barra.