MADRID, 25 Jun. (EUROPA PRESS) -
Las personas expuestas a armas químicas a menudo sufren daños crónicos en los pulmones, la piel y los ojos, por ejemplo. También sucumben con frecuencia a la depresión, la ansiedad y los pensamientos suicidas, según demuestra una investigación sobre los supervivientes de los ataques con gas de 1988 contra la ciudad kurda de Halabja (Irak).
El gas mostaza y otros agentes de guerra química siguen siendo una amenaza para la seguridad humana. Hoy en día, hay decenas de miles de pacientes, principalmente en el Oriente Medio, que sufren daños duraderos tras la exposición a las armas químicas. En la segunda mitad de los años ochenta, el gas mostaza se utilizó a gran escala en Irak. Los ataques más notorios y graves fueron contra la ciudad de Halabja, donde murieron unas 5.000 personas y decenas de miles resultaron heridas.
Este nuevo estudio cualitativo, publicado en la revista 'Plos One', se basa en entrevistas en profundidad con 16 pacientes diagnosticados con complicaciones pulmonares crónicas, de 34 a 67 años, en Halabja. El grupo que dirigió el estudio estaba compuesto por investigadores en Medicina, Psicología y Antropología de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) y de la Universidad Martin Luther de Halle-Wittenberg (Alemania).
Las víctimas sufren graves problemas de salud, tanto físicos como mentales. Además de problemas respiratorios, insomnio, fatiga y problemas oculares, también tienen síntomas depresivos, ansiedad, pensamientos suicidas y trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Los investigadores se refieren a la "ansiedad por contaminación química", una poderosa reacción a la exposición entre estas personas que ha limitado su vida familiar, sus relaciones sociales y su capacidad de trabajo. El desempleo y la pérdida de capital social, a su vez, han llevado al aislamiento social.
"Nuestra conclusión es que la atención holística de las víctimas y, sobre todo, la detección de sus problemas de salud somáticos y mentales, puede minimizar el deterioro de su salud", reflexionan los investigadores. También subrayan el hecho de que cientos de víctimas kurdas y sirias del gas mostaza han emigrado a Suecia, y pueden necesitar atención y supervisión en los servicios de Atención Primaria suecos.