MADRID 8 Nov. (EUROPA PRESS) -
Científicos del Centro Nacional Patagónico y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina están analizando las secreciones de los sapos y ranas que habitan en la Patagonia tras haber comprobado que éstas pueden tener propiedades antibióticas frente al ataque de virus o bacterias comunes en humanos.
En concreto, y según ha explicado la directora del proyecto a la BBC, la investigadora Mariela Marani, han descubierto que hay unos compuestos llamados péptidos antimicrobianos en la piel de estos anfibios que tienen la capacidad de inhibir o matar ciertos microorganismos.
Por ello, y dado que la región patagónica es la que más diversidad de anfibios tiene de todo el planeta, están trabajando en el aislamiento e identificación de estos péptidos para analizar sus cualidades. "A nosotros nos interesa identificar aquellos que inhiban a los que afectan a humanos", ha explicado esta experta.
Los péptidos son cadenas cortas de aminoácidos que pueden ser encontrados en toda la naturaleza, bien sea en animales o en vegetales. Pero en el caso de los anfibios, surgen como una línea de defensa ante los microorganismos externos. Es decir, no es que los sapos o las ranas no se enfermen por ello, sino que los péptidos actúan como mecanismo de prevención como lo hace, por ejemplo, la saliva humana.
Las secuencias de péptidos varían según la especie de anfibio. Sin embargo, según explicó la investigadora, prácticamente todos tienen un comportamiento similar, que son anfipáticos.
"Interactúan de dos formas con las membranas de las bacterias: mediante interacciónes electrostáticas e hidrofóbicas provocan el desplazamiento de los lípidos, alterando la estructura de las membranas de las bacterias, y aumentando su permeabilidad mediante la formación de poros, que es como llenarlas de agujeros para producir su desestabilización, que es lo que frena su crecimiento o les ocasiona la muerte", explicó Marani.
La secreción de los anfibios como sapos y ranas se produce particularmente en su región dorsal, la espalda, y generalmente suele ser ante situaciones de estrés liberan las glándulas que contienen los péptidos, sobre todo ante una condición inflamatoria o infecciosa.
UN PÉPTIDO, UNA FUNCIÓN
Cada péptido, además, tiene una función determinada. "Por ello, queremos ver qué péptidos tienen los anfibios de acá, compararlos con los de otros lados del mundo y evaluar su potencial clínico para humanos", afirmó Marani.
El resultado de este proyecto, que la investigadora admitió que puede tardar varios años, podría tener dos vertientes. Por un lado, se pretende ver si hay algún péptido que por sí solo pueda ayudar a los seres humanos a lidiar con bacterias, virus u hongos.
Una vez identificado, se tratará de ver si dicho péptido puede ser transformado químicamente y usado como base para un medicamento antibiótico.
"Una vez que se lo identifica, se lo evalúa con organismos que ataquen a humanos, aunque también contra parásitos o bacterias patógenas en animales, ya que se puede trabajar en colaboración con grupos de veterinaria, y que ellos verifiquen si les sirve en ese campo", aseveró la especialista.