MADRID, 14 Feb. (INFOSALUS) -
El sufrimiento es el sentimiento que con más claridad determina si una relación de pareja es o no es saludable pero en el día a día son las pequeñas concesiones y sacrificios los que decantan la balanza hacia el debe o el haber de la felicidad conyugal, en el que muchas mujeres encuentran su particular tela de araña.
Según explica a Infosalus Mariela Michelena, psicoanalista y autora de 'Mujeres que lo dan todo a cambio de nada' (Esfera de los libros, 2015), más que una forma distinta de amar, entre hombres y mujeres la diferencia radica en dónde nos situemos en el continuo que va del extremo del polo femenino al extremo del polo masculino.
Con independencia de la orientación sexual, la forma de entender el amor radica en esta cercanía o lejanía con los polos femenino, cuya representación extrema podría ser, según Michelena, la muñeca Barbie, o el masculino, representado por el personaje de Rambo.
"Por regla general el grupo de las mujeres se acerca más al polo femenino aunque existen hombres que están también más cerca de este extremo y por ello son más proclives a sufrir por amor, pues poseen más características de lo femenino", señala Michelena.
Como señala la autora, hombres y mujeres no somos iguales en cómo nos posicionamos en el amor, no sólo por el componente biológico sino también por el cultural, la educación, lo aprendido. Desde la biología estamos pensados para la conservación de la especie y eso significa que alguien se debe hacer cargo del cachorro humano durante el tiempo que está indefenso y es completamente dependiente.
Esto supone pensar en otro ser distinto a uno mismo y dejar de lado nuestras necesidades para satisfacer las de este cachorro humano. Por regla general es la mujer la que asume este rol pero como no somos todo biología ya en la actualidad los hombres también pueden hacerlo.
"El problema viene cuando la función evolutiva de cuidar del bebé que suele ser de quienes se sitúan en el polo femenino se traslada a un adulto. La mujer se coloca entonces en el modo madre e intenta responder a todas las necesidades y peticiones de la pareja poniéndolas por encima de las propias", aclara Michelena.
Este modo madre supone una disponibilidad y una incondicionalidad que tiene su función en la crianza pero que está demás en lo que se refiere a los hombres. "En el siglo XIX no había otro papel para las mujeres que el situarse en el modo madre. La dependencia económica de hoy ya no es tal, sin embargo, continúan multiplicándose los casos de mujeres que sufren por amor", señala la psicoanalista para quien en la actualidad no vende el compromiso en la relación a largo plazo sino valores más efímeros en los que predominan libertad, placer o lo efímero de las relaciones.
Sin embargo, en este contexto para la autora los hombres aún llevan la ventaja ya que pueden encontrar pareja entre mujeres de cualquier edad, existe una mayor 'oferta'. "En el caso de las mujeres es más difícil, por un lado, el reloj biológico es clave ya que hace que las mujeres de mediana edad no se embarquen en relaciones con hombres más jóvenes que no desean ser padres aún, un factor que a los hombres no condiciona para tener pareja", aclara.
TODO A CAMBIO DE NO ESTAR SOLAS
"Esta mayor dificultad para encontrar pareja en las mujeres hace que sea mayor el deseo de conservar la propia y para ello tener una enorme disposición al sacrificio a cambio de no estar solas", aclara la psicoanalista, que señala que de esta forma se pasa al rol de mujer malquerida, "no es que no las quieran, es que las quieren mal".
Cuatro elementos se vuelven demasiado evidentes en estas formas de relación que dan lugar a amores tóxicos:
* Sumisión: nadie se somete a un hombre de la noche a la mañana, nos sometemos poco a poco, cediendo en los pequeños detalles como en la imagen, la relación con los amigos, en esas pequeñas cosas por las que no se quiere comenzar una guerra y un día descubrimos que ya no somos quienes éramos a fuerza de cambiar poquito a poco. "Si sólo cede uno de los dos algo no funciona y suelen ser las mujeres las más predispuestas a hacerlo", señala Michelena.
* Impostura: la psicoanalista se refiere a esta tendencia como al síndrome de cenicienta, en el que el príncipe azul presenta un zapato en el que la mujer hará lo que sea necesario para que su pie encaje. Para ello, las mujeres se disponen a añadir aspectos en su personalidad que antes no estaban y a eliminar aquellos que parecen no encajar, todo ello con la idea de convertirse en lo que la pareja espera encontrar.
Así, puede que no se cuenten los éxitos laborales para no hacer sentir a la pareja que se tiene más éxito en el trabajo o bien que el otro se convierta en un Pigmalión para una mujer hecha a su medida, diciéndole cómo vestir, cómo comportarse en público y así ella llega a convertirse en otra mujer distinta sólo como un medio para conservar a su lado a la pareja.
* Adicción: se produce en las situaciones en las que la dependencia es mutua y este vínculo se convierte en más importante que el amor. En ocasiones las parejas se rompen y con el paso de los años al reencontrarse retoman la relación, a sabiendas de que todo lo que les llevó a separarse sigue estando presente.
* Intermitencia: "ni contigo ni sin ti" podría ser el lema en estas parejas en las que las rupturas y las reconciliaciones se suceden de forma continua. Son relaciones de montaña rusa en las que las subidas y bajadas suponen una vuelta de tuerca más a la relación. "Cada vez que retoman la relación confían en que la cosa va a cambiar, pero esto nunca es así".
* Triángulos amorosos e infidelidades: cuando en las relaciones entra en juego una tercera persona o infidelidades habituales, el autoengaño y la creencia de que al final terminará por darse cuenta de que en realidad eres la mejor opción no cambiará la realidad de lo mal que te sientes.
"Todas estas son formas que adopta el sufrimiento por amor y que se encuentran en relaciones en las que las mujeres lo dan todo a cambio de nada. No es que no quieran a estas mujeres, es que las quieren mal y sobre todo, es clave tener en mente que acoso, control y sumisión no son amor", concluye Michelena.