MADRID, 15 Nov. (EUROPA PRESS) -
Los niños que sufren adversidades, como enfermedades o muertes familiares graves, pobreza, abandono o relaciones familiares disfuncionales y estresantes, tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades del corazón o de los vasos sanguíneos en la edad adulta temprana.
La nueva investigación, publicada en el 'European Heart Journal', es el mayor estudio realizado hasta la fecha sobre la relación entre la adversidad en la infancia y las enfermedades cardiovasculares (ECV). Ha seguido a casi 1,3 millones de niños, nacidos entre enero de 1980 y diciembre de 2001, hasta el 31 de diciembre de 2018. Durante este tiempo, 4.118 desarrollaron ECV entre su 16º cumpleaños y el final de 2018, momento en el que los más mayores tenían 38 años.
El autor principal del estudio, el profesor Naja Hulvej Rod, jefe de epidemiología del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), explica que, "en comparación con los adultos jóvenes que experimentaron pocas adversidades en la infancia, encontramos un riesgo aproximadamente un 60% mayor de desarrollar enfermedades cardiovasculares entre los adultos jóvenes que habían experimentado adversidades".
"Esto era especialmente cierto en el caso de los que habían padecido enfermedades graves, como el cáncer, las enfermedades cardíacas o pulmonares, o la muerte en la familia, y los que habían experimentado niveles altos y acelerados de adversidad en la infancia --advierte--. En cifras absolutas, esto corresponde a 10-18 casos adicionales de ECV por cada 100.000 personas-año. A modo de comparación, la tasa media de incidencia de ECV entre una persona de 30 años es de aproximadamente 50 casos de ECV por cada 100.000 personas-año".
Los investigadores utilizaron datos de la cohorte DANLIFE, que incluye información registrada continuamente en numerosos registros nacionales. Identificaron a 1.263.013 niños que estaban vivos y vivían en Dinamarca hasta su 16 cumpleaños y a los que no se les había diagnosticado una ECV o una cardiopatía congénita durante ese tiempo.
Los dividieron en cinco grupos en función de la adversidad experimentada entre los 0 y los 15 años: los que experimentaron poca adversidad durante la infancia; la privación material en los primeros años de vida (por ejemplo, pobreza y desempleo de larga duración en la familia durante los primeros años de vida); la privación persistente (privación material experimentada hasta la adolescencia); la pérdida o amenaza de pérdida (altas tasas de enfermedad grave o muerte de los padres o hermanos), y la alta adversidad (que abarca la exposición a alguno o a todos los tipos de adversidad anteriores, en particular relaciones familiares disfuncionales y estresantes, experimentadas de media cada año durante la adolescencia).
Los investigadores ajustaron sus análisis para tener en cuenta factores que también podrían aumentar el riesgo de ECV, como la edad, la edad materna al nacer, el origen de los padres y cualquier enfermedad paterna del corazón, los vasos sanguíneos o el metabolismo
Descubrieron que había poca diferencia en el riesgo de desarrollar ECV entre los 2.195 hombres y las 1.923 mujeres del estudio. El riesgo era mayor entre las personas que habían padecido una enfermedad grave o una muerte en la familia y entre las que habían experimentado índices elevados y crecientes de adversidad a lo largo de la infancia y la adolescencia.
El profesor Rod señala que "la asociación observada entre la adversidad en la infancia y la ECV en la edad adulta temprana puede explicarse en parte por comportamientos que pueden afectar a la salud, como el consumo de alcohol, el tabaquismo y la inactividad física. La infancia es un periodo sensible caracterizado por un rápido desarrollo cognitivo y físico; la exposición frecuente y crónica a la adversidad en la infancia puede influir en el desarrollo de la respuesta fisiológica al estrés, y esto puede proporcionar una explicación importante de los mecanismos subyacentes a estos hallazgos".
Los investigadores planean investigar los posibles mecanismos subyacentes a sus hallazgos para comprender el impacto de la adversidad infantil en el pronóstico y la supervivencia de la ECV. Esto incluirá el acceso a la atención sanitaria, el posible incumplimiento de los tratamientos y otros problemas de salud entre los niños de entornos socialmente difíciles.
El estudio actual se basa en trabajos anteriores de los investigadores, que mostraron un riesgo sustancialmente mayor de mortalidad prematura, incluidas las muertes por ECV, y de hospitalizaciones por ECV entre los adultos jóvenes que habían sufrido adversidades en la infancia y la adolescencia.
El profesor Rod concluye que "la incidencia de las ECV es baja en los primeros años de la vida adulta, pero aumenta sustancialmente durante este periodo. Esto pone de manifiesto la importancia de investigar los factores de riesgo no genéticos en los primeros años de vida, que pueden ser objeto de prevención temprana".
Según apunta, "la experiencia de la adversidad es común entre los niños, y en este estudio mostramos que los niños que experimentan un estrés prolongado y severo por enfermedades graves y la muerte en la familia, y los niños que están expuestos a altas tasas de adversidad, incluyendo la privación, la pérdida de la familia, y las relaciones familiares disfuncionales y estresantes, tienen un mayor riesgo de desarrollar ECV en la edad adulta temprana. Atacar los orígenes sociales de esa adversidad y garantizar estructuras de apoyo para las familias que, por ejemplo, luchan contra la enfermedad en la familia puede tener efectos protectores a largo plazo", sugiere.
Por su parte, el profesor Gunnar Gislason, jefe de investigación de la Asociación Danesa del Corazón. Association, que financió el estudio, reconoce que se sabe "muy poco sobre la conexión entre los traumas y el estrés tempranos en la infancia y el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares más adelante, por eso este proyecto es tan importante, ya que puede revelar una de las explicaciones de la desigualdad social en las enfermedades cardiovasculares".