MADRID, 3 Dic. (EDIZIONES) -
Existe una creencia popular de que las mujeres son más resistentes que los hombres en cuanto al dolor, mientras que ellos son más fuertes físicamente. No obstante, el umbral del dolor es subjetivo y en muchos casos cómo se tolere dependerá de varios factores, entre ellos genéticos, y educativos, cómo se nos haya enseñado a sobrellevarlo y la mentalidad que se tenga a la hora de afrontarlo; por lo que el papel del género no está tan claro.
"Más allá del mito de resistencia al dolor de uno u otro sexo, creo que las pocas verdades objetivas se podrían resumir en que las mujeres tienen más dolor pélvico, quizás en relación, entre otras cosas, a los problemas de los embarazos y partos; tienen dolor asociado a la menstruación; y hay mayor incidencia de dolor crónico en mujeres", destaca en una entrevista con Infosalus el miembro de la junta directiva de la Sociedad Española del Dolor y miembro del grupo de trabajo de dolor oncológico, el doctor Alfonso Carregal.
El también especialista del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo advierte de que existe una discusión sobre si todo esto obedece a cuestiones hormonales, el hecho de que exista un umbral para el dolor más bajo o un conjunto de circunstancias donde entraría en juego la personalidad, o el modelo social, por ejemplo.
Así, explica que hay personas más resistentes al dolor que otras, personas que por genética no tengan su sistema del dolor correctamente desarrollado. Según avisa, se trata de individuos que, llegado el caso de no percibir el dolor, suelen morir de forma precoz por no poder defenderse correctamente de las agresiones continuas que sufre nuestro organismo.
"Por otro lado puede haber algún factor genético que haga que algunos individuos tengan una respuesta exagerada a los estímulos dolorosos, y sean más propensas a desarrollar cuadros de dolor crónico después de lesiones que, de forma habitual no producen este problema en la mayoría de las personas. Sería el caso del dolor regional complejo mencionado antes; así algunas personas pueden llegar a tener grandes problemas de dolor después de haber tenido el tobillo por un esguince sin mayor importancia o después de un simple corte en el dedo", sostiene el especialista.
A su vez, Carregal recuerda que existe también un grupo de personas con problemas de ansiedad, preocupación o hipervigilancia, que no son capaces de controlar las respuestas de su organismo ante el dolor o cualquier situación estresante. "Pero en líneas generales, y especialmente en los experimentos en laboratorio de dolor agudo, casi todos referimos intensidades de dolor semejantes a intensidades semejantes de daño", puntualiza el miembro de la Sociedad Española de Dolor.
EL PAPEL DE LA CAPACIDAD MENTAL
En este contexto, el experto subraya que la capacidad que tenemos de aguantar el dolor depende de nuestra capacidad mental de no dejarnos desbordarnos por las circunstancias. "Depende de la cantidad de información de la que dispongamos sobre esa situación de dolor. El ambiente y expectativas en las que nos encontremos, por ejemplo", añade.
De hecho, pone de ejemplo que si una persona siente un dolor en el pecho que le recorre el brazo izquierdo hasta el dedo meñique, y el vecino se murió la semana pasada por un infarto, ese dolor pude llegar a producir en la persona tal angustia que lo haga intolerable. Pero advierte de que si ese mismo dolor ocurre después de un esfuerzo muscular en el gimnasio y se tengan conocimientos suficientes, quizás se pueda ignorar y no se le presta la menor atención.
"Si me duele la cabeza por una resaca quizás tome una 'Aspirina' y punto, pero si el dolor de cabeza me sucede después de haber sido operado de la nariz, mi grado de alarma puede ser alto y acudir a urgencias angustiado por pensar que es una complicación grave de la operación, en lugar de un hecho habitual después de una operación. Si yo tengo dolor después de una operación, sé que va a suceder, sé que me van a administrar calmantes y además tengo una maquina que me suministra analgésicos cuando 'yo lo deseo', es posible que esté dispuesto a soportar más dolor y usar menos veces la máquina porque yo tengo el control de la situación", agrega Carregal.
¿SE HEREDA LA TOLERANCIA AL DOLOR?
Por otro lado, el especialista del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo resalta que la forma en la que una persona se enfrenta a sus problemas vitales es una conducta que se puede aprender en la convivencia familiar, destacando que el control y el manejo del dolor es una conducta como otra cualquiera que también pueden aprenderse. "En ocasiones puede haber algún determinante genético", apostilla.
Finalmente, sobre cuándo hay que acudir al especialista por un dolor agudo, el experto de la Sociedad Española del Dolor insiste en que hay que utilizar siempre el sentido común y acudir a un especialista cuando el dolor agudo tarda más tiempo en curar de lo habitual o presenta características que no suele tener de forma habitual.
"Un ejemplo: me he operado de la rodilla, la cicatriz es pequeña, no hubo complicaciones y pasados 30 días todavía tengo dolor importante que necesita calmantes. Además, el roce de la ropa me molesta y no puedo apoyar el pie. He tenido una caída y me duele mucho la espalda y no puedo moverme bien. Me duele el estómago y estoy adelgazando. En casos de dolor crónico el médico de cabecera es un gran consejero. En general, si alguien tiene duda o temor sobre un dolor, debería acudir al médico para recibir consejo y orientación", sentencia el doctor Carregal.