MADRID 4 Jun. (EUROPA PRESS) -
La Red de Atención a las Adicciones (UNAD) ha destacado cómo el estigma, así como las violencias recibidas desde la infancia o las limitaciones de los recursos y programas de atención, agravan las dificultades de las mujeres que consumen drogas o presentan adicciones en contextos de exclusión residencial.
Así lo indica un nuevo estudio de la UNAD. La iniciativa, desarrollada con la asistencia técnica de la consultora G360 Cartografías Humanas y Sociales, ha seguido una metodología cualitativa a través de la cual se ha recabado el testimonio de distintas mujeres en situación de exclusión residencial que consumen sustancias y de las profesionales que trabajan con ellas desde la red de adicciones.
Bajo esta premisa, el documento sirve de estudio exploratorio abordando, como expresa su título, la interacción entre 'Mujeres en contextos de consumo de drogas y exclusión residencial, violencias y vulneración de derechos'.
A través del análisis del discurso de muestra seleccionada, el estudio apunta a cómo las mujeres que usan drogas y no cuentan con un alojamiento estable se encuentran ante una mayor vulnerabilización que los hombres que están en su misma situación.
Según el estudio, este desequilibrio se debe a cuestiones como la presencia de un historial de violencia sufrida desde el entorno familiar o de la pareja, la violencia institucional que en ocasiones impone criterios discriminatorios para acceder a los servicios de atención o el preponderante diseño androcéntrico de los recursos tanto de adicciones como de sinhogarismo.
Como consecuencia, la suma de este tipo de factores fomenta que las mujeres en situación de exclusión residencial alimenten su autoestigma debido a la interiorización de la visión del imaginario colectivo respecto a la mujer consumidora y sin hogar. De la misma forma, tienden a normalizar de los episodios de violencia y, en último término, a adoptar estrategias de manera individual para hacer frente a las adversidades, las cuales no terminan de ser sostenibles a largo plazo y conllevan un alto coste para las mujeres.
Ante un escenario así, la investigación impulsada por UNAD expone una serie de líneas de actuación para revertir la vulnerabilidad existente, de manera que se antoja necesario garantizar la creación de vínculos seguros entre las mujeres usuarias y su entorno, empezando por los equipos profesionales que las atienden, el resto de personas presentes en el recurso y, finalmente, sus círculos personales. Este punto pasaría, por ejemplo, por la implementación de espacio de atención no mixtos.
Otra de las vías de acción sería la de ofrecer una atención integral que no aborde solo el consumo sino también los efectos de las violencias machistas y el estigma desde un prisma interseccional y que además contemple un acercamiento desde la reducción de daños y el acompañamiento ante las violencias de género.
Por último, UNAD incide en la investigación en la importancia de la sensibilización, capacitando a los equipos profesionales en la atención desde una perspectiva de género interseccional pero también a la población en general a través de campañas de sensibilización que contribuyan a combatir el estigma asociado a las mujeres que usan drogas en contextos de exclusión residencial.