PAMPLONA, 16 Abr. (EUROPA PRESS) -
Un estudio de la Universidad de Navarra revela que, en general, los jóvenes y las mujeres sufrieron más estrés durante el confinamiento y mostraron menos adherencia a las pautas de salud, en comparación con los hombres y grupos mayores. De este modo, el estrés en el confinamiento ha condicionado el autocuidado sobre todo de mujeres y jóvenes.
La investigación internacional muestra cómo las diferencias entre culturas, géneros y rangos de edad pueden influir en el cumplimiento de las pautas de salud pública, la percepción del estrés y la adopción de actividades de autocuidado, ha explicado la Universidad de Navarra en una nota.
Según el estudio, a pesar de que los adultos jóvenes percibieron la situación como más grave que las personas mayores, cumplieron menos las pautas de salud. "Esto podría deberse a cómo ha impactado la pandemia en su situación personal, que abarca desde lo laboral hasta los cambios en sus estilos de vida; más que con la percepción sobre los riesgos para su salud", ha detallado Elkin Luis, profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra e investigador principal.
Entre los resultados, publicados en la revista científica International Journal of Environmental Research and Public Health, se encuentra que las mujeres, ante un mayor estrés percibido, tienden a involucrarse en menos conductas de autocuidado. Esto explicaría por qué las más jóvenes, cuyos niveles de estrés eran elevados, declararon menos conductas de autocuidado que los grupos de mayor edad, en los que adoptaron rutinas diarias más saludables que los hombres.
"Estas diferencias de género y edad, en la adopción de un estilo de vida saludable, probablemente estén integradas en el comportamiento de roles de género, ya que las mujeres durante la etapa adulta adquieren más conductas de cuidado hacia los demás, y por tanto, desarrollan más herramientas de autocuidado que los varones", ha explicado Elena Bermejo, investigadora principal y profesora de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Navarra.
La investigación sugiere que este impacto diferencial del género en los resultados de salud mental va más allá de la situación de pandemia, y que estas diferencias de género pueden contribuir a una mayor vulnerabilidad de las mujeres. "No sólo ante la posibilidad de contraer el virus con más facilidad por su exposición, dado que la mayoría de los trabajadores de los sectores de primera línea son mujeres, sino también, de experimentar mayores problemas de salud mental fruto de la sobrecarga de su rol de cuidadoras", ha remarcado.
Las personas mayores presentan una mejor adherencia a las guías de salud, conciencia sobre salud y otras actividades de autocuidado. De este modo, los adultos de más de 60 años tienen más posibilidades de comportarse de manera responsable con su salud que los de mediana edad y los jóvenes.
Ante este hecho, los investigadores hacen hincapié en que las pautas generales de salud no están orientadas según la edad en la mayoría de los países.
"Los jóvenes están muy influenciados por normas sociales; sería fundamental adaptar la comunicación de salud a sus identidades sociales, lo que puede promover normas y comportamientos basados en información veraz y difundidos por medios de comunicación más demandados, como las redes sociales", han apuntado.
Los investigadores han planteado, además, que "existe la necesidad de incluir en las estrategias de salud pública un enfoque integral de la promoción de la salud que comprenda la relación entre salud mental y conductas saludables, la necesidad de adoptar un enfoque de género en las recomendaciones sanitarias, y la importancia de mejorar el trabajo intersectorial y la acción comunitaria a la hora de promover y mantener la salud física y mental de la población durante este periodo".
El proyecto de investigación 'El rol del autocuidado durante el confinamiento', liderado por Elkin Luis y Elena Bermejo, profesores de la Universidad de Navarra; se inició durante el confinamiento del pasado marzo de 2020; y se llevó a cabo en colaboración con la Universidad del País Vasco, Universidad de Málaga, la Universidad del Desarrollo (Chile), la Universidad de San Buenaventura (Colombia), y la Universidad Francisco de Quito (Ecuador).