MADRID 5 Feb. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo estudio de Wynn Legon, profesor adjunto del Instituto de Investigación Biomédica Fralin del VTC (Estados Unidos), apunta a la posibilidad de usar ultrasonidos focalizados para aliviar el dolor.
El estudio, publicado en la revista 'Pain', descubrió que las ondas sonoras de ultrasonidos focalizadas de baja intensidad dirigidas a un lugar profundo del cerebro llamado ínsula pueden reducir tanto la percepción del dolor como otros efectos del dolor, así como los cambios en la frecuencia cardiaca.
"Se trata de un estudio de prueba de principio", explica Legon. La ecografía focalizada utiliza la misma tecnología que se emplea para ver a un bebé en el útero, pero envía una banda estrecha de ondas sonoras a un punto diminuto.
A alta intensidad, los ultrasonidos pueden extirpar tejido. A baja intensidad, puede causar efectos biológicos más suaves y transitorios, como la alteración de la actividad eléctrica de las células nerviosas.
Los neurocientíficos llevan mucho tiempo estudiando el uso de técnicas no quirúrgicas, como la estimulación magnética transcraneal, para tratar la depresión y otros problemas. El estudio de Legon, sin embargo, es el primero que se dirige a la ínsula y demuestra que los ultrasonidos focalizados pueden llegar a lo más profundo del cerebro para aliviar el dolor.
En el estudio participaron 23 personas sanas. Se les aplicó calor en el dorso de las manos para inducirles dolor. Al mismo tiempo, llevaban un dispositivo que emitía ondas ultrasónicas focalizadas a un punto del cerebro guiado por resonancia magnética (RM).
Los participantes valoraron su percepción del dolor en cada aplicación en una escala de cero a nueve. Los investigadores también controlaron la frecuencia cardiaca y la variabilidad de la frecuencia cardiaca de cada participante --la irregularidad del tiempo entre latidos-- como medio para discernir cómo los ultrasonidos al cerebro también afectan a la reacción del organismo ante un estímulo doloroso.
Los participantes informaron de una reducción media del dolor de tres cuartos de punto. "Puede parecer una cantidad pequeña, pero cuando se alcanza un punto completo, roza la significación clínica", afirma Legon, también profesor adjunto de la Facultad de Neurociencia de la Facultad de Ciencias de Virginia Tech.
"Podría suponer una diferencia significativa en la calidad de vida, o poder controlar el dolor crónico con medicamentos de venta libre en lugar de opiáceos con receta", ha asegurado.
El estudio también descubrió que la aplicación de ultrasonidos reducía las respuestas físicas al estrés del dolor --la frecuencia cardiaca y la variabilidad de la frecuencia cardiaca--, que se asocian a una mejor salud general.
"Tu corazón no es un metrónomo. El tiempo entre los latidos del corazón es irregular, y eso es bueno", afirma Legon. "Aumentar la capacidad del cuerpo para afrontar y responder al dolor puede ser un medio importante de reducir la carga de enfermedad", ha asegurado.
El efecto de los ultrasonidos focalizados en esos factores sugiere una dirección futura para la investigación del laboratorio de Legon: explorar el eje corazón-cerebro, o cómo el corazón y el cerebro se influyen mutuamente, y si el dolor puede mitigarse reduciendo sus efectos de estrés cardiovascular.