El tratamiento del sida beneficia también a la salud y la economía de las personas sin VIH

Actualizado: viernes, 11 diciembre 2015 18:18

MADRID 11 Dic. (EUROPA PRESS) -

Un equipo de científicos ha descubierto que la terapia antirretroviral (ART) también mejora el bienestar de las personas sin el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) que no reciben el medicamento y que no están directamente afectados por la epidemia. Esto es potencialmente lo suficientemente potente como para ayudar a la economía local, ya que, incluso en entornos con prevalencia del VIH, la mayoría de personas son VIH-negativos.

En zonas rurales de Malawi, aproximadamente el 10 por ciento de la población adulta tiene el VIH. En el pico de la epidemia, en la década de 1990 y principios de 2000, casi todo el mundo conocía a alguien infectado o afectado por el virus, lo que demógrafo Hans-Peter Kohler, de la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos, describe como una epidemia generalizada.

El problema aumentó en la medida en que la esperanza de vida se redujo drásticamente y en tan sólo un corto período de tiempo, la epidemia se deshizo de casi dos décadas de mejoras de esperanza de vida. Luego, alrededor de 2008, un cóctel farmacológico hoy conocido como ART estuvo más ampliamente disponible en el Malawi rural y otras partes del África subsahariana, una de las intervenciones de salud pública más importantes en la última década y un movimiento del que se beneficiaron profundamente los de la región que eran VIH-positivos.

Aunque todavía no existe una cura para el VIH, las personas en tratamiento ahora pueden vivir con el virus sin desarrollar el sida completamente, además de que ART también reduce la probabilidad de transmisión del VIH. Parte del problema es la amenaza inminente y el miedo sobre contraer el VIH, dice Daniel Bennett, de la Universidad de Chicago y uno de los investigadores de este trabajo, cuyos hallazgos se publican en la edición de este mes de 'Journal of Healths Economics'.

"Antes de la llegada de la ART, la gente de la muestra asistía en torno a dos funerales al mes. Al aminorar el riesgo de VIH, ART ha permitido a la gente ser más optimista", agrega este investigador. Comenzaron a pensar menos acerca de la probabilidad de morir, según Kohler, profesor de Demografía de Penn, quien afirma: "Su salud mental mejoró significativamente. Se volvieron en menos deprimidos. Empezaron a trabajar más y ser más productivos. Y eso no es porque podían beneficiarse de un tratamiento de alguna forma directamente".

En otras palabras, las personas sin la enfermedad, pero que vivían en comunidades donde prevalecía, cambiaron la forma en que perciben su futuro, para mejor. "Las personas en realidad se volvieron menos preocupadas por el VIH y el sida-- apunta Victoria Baranov, de la Universidad de Melbourne, en Australia--. Esto puede extenderse a las actividades económicas, como la oferta de trabajo, la cantidad de gente está trabajando, su productividad".

La cohorte que observaron estos expertos, que formaba parte del Estudio Longitudinal de las Familias y de la Salud de Malawi, estaba compuesta por cerca de 4.000 hombres y mujeres de entre 25 y más años en 120 aldeas rurales. Se analizaron varios factores, como la distancia a las clínicas que ofrecen tratamiento antirretroviral u preguntaron acerca de la mortalidad percibida (si los participantes creían que morirían dentro de uno, cinco o 10 años), así como la salud física y mental.

Para la productividad, midieron el tiempo dedicado a trabajar en la granja, con en el hogar y otras actividades y a través de un cuestionario de 12 ítems, aveluaron cuestiones de salud mental, como la depresión y la ansiedad. La conclusión del estudio en Malawi es que la expansión de la disponibilidad de ART reduce sustancialmente el riesgo de mortalidad percibido entre las personas VIH-negativas, incluso entre los que no tienen familiares VIH-positivos, amigos o vecinos.

También llevó a las personas VIH-negativas a trabajar más, sobre todo en términos de la producción de maíz, un área para la cual el cultivo diario subió 11 por ciento y el tiempo de producción diaria se elevó un 16 por ciento. "Pudimos ver efectos en el crecimiento económico de África que no hemos contbilizado realmente como un factor en la ecuación antes", destaca Baranov.