MADRID, 1 Ago. (EUROPA PRESS) -
Una investigación en la que participa el profesor Luis Ríos, contratado doctor en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid, desvela cómo se trataba la enfermedad y el ritual funerario en el siglo XIX en Madrid, ha informado la UCM en un comunicado.
El uso médico y simbólico de las plantas por parte de los humanos se remonta a milenios, y probablemente hunda sus raíces en nuestra historia evolutiva. En este trabajo se presenta un ejemplo desde el Madrid del siglo XIX de esta antigua y compleja relación entre las plantas y nuestra especie.
A mediados del siglo XIX, en la cripta del Convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid, en pleno Barrio de las Letras, se enterró en un féretro a una niña de aproximadamente seis años. En el año 2015 se descubrió este enterramiento en una excavación arqueológica realizada en la cripta.
Dentro del féretro se encontró el cuerpo semi momificado de la niña, vestido con una capa azul y adornada con lazos azules, y dos especímenes de plantas: una hoja de hiedra y una rama de palma trenzada.
El vendaje consistía en capas de gasa, una placa metálica de cobre y zinc, y una hoja fértil de Hedera en contacto con la piel. Este combina conocimientos tradicionales relacionados con las afecciones de la piel (hoja de Hedera) con recomendaciones contemporáneas de textos médicos (gasa, placa metálica), lo que representa un ejemplo de atención médica para una niña.
La presencia de una rama de palma y la ropa azul sugieren un duelo cristiano codificado por su muerte, aludiendo a representaciones de mártires y la dormición de la Virgen en pinturas religiosas clásicas.
La hiedra es una planta cuyo uso dermatológico ya es citado en el siglo I por Dioscórides en su De Materia Medica, o por Avicena en el siglo X en su Canon de Medicina. Pero en arqueología, el caso de las Trinitarias constituye el segundo hallazgo de una hoja de hiedra con fines médicos, tras el caso del cuerpo momificado de la noble renacentista María de Aragón (1503-1568).
El uso de hojas de hiedra ha persistido en varias regiones europeas hasta bien entrado el siglo XX, según demuestran los trabajos etnobotánicos. Desde una perspectiva más amplia, la hiedra tiene un significado simbólico en libros seminales de la literatura española, como el Quijote, o en pinturas famosas como el Triunfo de Baco, de Velázquez, siguiendo antiguas tradiciones mitológicas.
La rama de palma es un motivo polisémico con una compleja historia iconográfica, presente en la antigua Mesopotamia y Egipto, en los mundos romano y griego, y cuyo simbolismo actual en el arte religioso cristiano comenzó durante la Edad Media.
El nombre en latín que Linneo adoptó para la palmera en su obra Species Plantarum de 1753 fue Phoenix, fusionando el ave fénix sagrada egipcia que resurge de las cenizas y que identificó como la palmera datilera en su Systema Naturae de 1735, con significados cristianos por entonces bien establecidos y relacionados con la Virgen, los mártires y la resurrección.
En el cristianismo, la rama de palma representa la victoria de los mártires sobre la muerte y está presente en numerosas pinturas, como la famosa serie de pinturas de santas del siglo XVII de Francisco de Zurbarán. La rama de palma también es central para la Dormición y Asunción de la Virgen, como se describe en los textos apócrifos.
El entierro de esta niña es similar a los retratos funerarios de monjas en conventos católicos españoles e hispanoamericanos, donde es frecuente representar ramos de palma junto al cuerpo de la difunta, como en el caso del retrato funerario de la Madre Mariana de San José, de 1638, en el Real Monasterio de la Encarnación.
En cuanto al color azul de la vestimenta y los lazos, desde el siglo XI, el color azul está asociado al culto a la Virgen, como se observa en multitud de pinturas religiosas, convirtiéndose en un color moral y espiritual dentro del cristianismo.
Por su simbología, el enterramiento de esta niña en las Trinitarias se puede comparar con la famosa obra del Renacimiento El Tránsito de la Virgen, de Andrea Mantegna, en el que la Virgen viste una prenda azul, y San Juan sostiene una palma. Esta obra del siglo XV está expuesta en el Museo del Prado, a dos manzanas de las Trinitarias, desde 1829, unos años antes del entierro de la niña.
Desde una perspectiva antropológica más amplia, este entierro es un ejemplo urbano del siglo XIX de la antigua y compleja relación entre las plantas y la cultura humana.
El entrelazamiento del conocimiento médico y el simbolismo, señalado por la presencia de la hiedra, que representa el esfuerzo por mantener la vida, y la palma, que representa la esperanza de una nueva vida, ejemplifica el miedo y la esperanza que caracterizan la naturaleza humana.