MADRID, 11 Ene. (EUROPA PRESS) -
La monitorización de los adolescentes con escoliosis para saber cuándo llevan el corsé puede favorecer su uso y, con ello, frenar o retrasar la desviación de la columna vertebral y hasta evitar la cirugía, según los resultados de un estudio publicado en el 'Journal of Bone and Joint Surgery'.
El corsé suele utilizarse cuando el desvío de la columna vertebral está entre 25 y 45 grados, pero cuando no se usa de forma continuada no consigue los beneficios deseados, recuerdan los investigadores del Texas Scottish Rite Hospital for Children en Dallas (Estados Unidos) que han liderado el estudio.
En este caso, los afectados recibieron un corsé que incorporaba unos sensores que permitían controlar su uso y fueron divididos en dos grupos. Mientras que los 93 pacientes del primer grupo fueron informados de la presencia de dichos sensores y los datos que proporcionaban se comentaban en cada revisión, en el otro grupo 78 pacientes no tuvieron constancia de que estaban siendo monitorizados.
Así, vieron que los pacientes que eran conscientes de que el uso del corsé estaban controlados "lo llevaban unas tres horas más al día", según ha explicado la cirujana ortopédica Lori Karol, autora del estudio. Además, también vieron que los pacientes que lo usaban más eran un 11 por ciento menos propensos a acabar siendo operados gracias a que el desvío de su columna había progresado menos.
La desviación media al inicio del estudio fue similar en ambos grupos al principio del estudio (33,2 grados en quienes sabían que llevaban sensores, 33,9 grados en los que no habían sido informados).
De media, durante los 180 días que duró el seguimiento, el grupo conocedor de los sensores usaron el corsé unas 15 horas al día, frente a las 12,5 horas de media del otro grupo. Y, mientras en quienes iban siendo informados del cumplimiento el uso medio fue de 13,8 horas diasias, en quienes no eran informados su uso bajaba hasta las 10,8 horas diarias.
Asimismo, la curva de la columna vertebral no progresó más de 6 grados entre el inicio y el final del estudio en el 59 por ciento de los pacientes conocedores de los sensores, frente al 36 por ciento de los pacientes no monitorizados. Y al final del estudio, quienes acabaron necesitando cirugía habían usado el corsé unas 2,1 horas más que el resto.
"La información compartida entre los adolescentes, los padres, el ortoprotésico y el médico resultó clave para un mejor cumplimiento", ha reconocido Karol, que apunta a la importancia de la comunicación médico-paciente para mejorar la eficacia de los tratamientos en adolescentes.