MADRID, 6 Mar. (EUROPA PRESS) -
Una investigación liderada por un equipo del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) ha concluido que el ruido se relaciona con un mayor riesgo de sufrir ingresos hospitalarios urgentes ligados a trastornos mentales.
Diversos factores ambientales, como la contaminación atmosférica, el ruido en entornos urbanizados y diferentes variables de tipo meteorológico, pueden tener efectos importantes sobre la salud humana.
En esta investigación, publicada en la revista científica 'Environmental Research', este equipo liderado por científicos de la Escuela Nacional de Sanidad (ENS) del ISCIII ha analizado el posible impacto de estos factores ambientales sobre los ingresos hospitalarios urgentes por trastornos mentales en la Comunidad de Madrid entre los años 2013 y 2018.
Coordinada desde la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano de la ENS-ISCIII, la investigación se ha llevado a cabo mediante un estudio ecológico longitudinal de series temporales.
Las conclusiones señalan que, en todos los grupos de edad, los ingresos hospitalarios urgentes diarios debidos a trastornos neurológicos del comportamiento y del desarrollo mental presentan una asociación estadísticamente significativa a corto plazo con los niveles de ruido diurno en la Comunidad de Madrid.
Por el contrario, no se observa asociación entre este tipo de ingresos hospitalarios urgentes y los niveles de contaminación química del aire.
Las estimaciones de atribución del riesgo llevadas a cabo señalan que el porcentaje de admisiones hospitalarias anuales por trastornos mentales ligadas al ruido urbano puede superar el 5 por ciento del total.
Los autores señalan que, al ser un estudio ecológico, las conclusiones no deben extrapolarse a niveles de riesgo individual, y que se necesitan más investigaciones y evidencias para poder hablar de causalidad directa entre ruido y enfermedad.
"Sabemos que después de 'picos' de ruido aumentan los ingresos hospitalarios urgentes, pero no podemos precisar si las personas ingresadas ya tenían una enfermedad mental y el ruido la ha exacerbado, o si son pacientes ingresados sin haber sido antes diagnosticados", detallan los científicos.
El ruido urbano depende de las condiciones ambientales y de actividades antropogénicas (las realizadas o influidas por el ser humano) en zonas muy urbanizadas y con alta densidad de tráfico, por lo que pueden llevarse a cabo acciones encaminadas a reducir los riesgos.
"Aunque hay variables sobre las que no podemos intervenir, como las horas de luz solar o la velocidad del viento, la investigación en el campo de la salud mental debe considerar además los factores ambientales, tanto la contaminación química y acústica como otras variables ambientales y meteorológicas", han concluido estos científicos.
Los autores principales del estudio son Laura Gómez González, que realizó su tesina del Master en Salud Pública del ISCIII sobre la base de este estudio, y Julio Díaz y Cristina Linares, responsables de la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del ISCIII. También forman parte del equipo investigador otros miembros de la Unidad, y en el trabajo han colaborado, además, equipos de diversos hospitales y universidades españolas, y de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).
En los últimos años, el equipo liderado por Cristina Linares y Julio Díaz ha publicado diversos artículos con resultados complementarios al actual, que señalan que el ruido del tráfico urbano representa un factor de riesgo para la ansiedad y la depresión; que la contaminación acústica se relaciona con más ingresos hospitalarios urgentes por esclerosis múltiple, Parkinson o demencia, y que el ruido del tráfico se relaciona con un aumento de la mortalidad por diferentes causas.
Otro de los estudios, publicado durante la pandemia de COVID-19, observó un vínculo entre los niveles de ruido ambiental y el número de hospitalizaciones urgentes por COVID-19, aunque no con los fallecimientos. El equipo del ISCIII señala que el estudio ahora publicado "puede servir de base para la elaboración de directrices y planes en salud pública que tengan en cuenta el ruido como factor de riesgo para la aparición o empeoramiento de trastornos mentales".