La rehabilitación logopédica es clave para la recuperación de la afasia derivada del ictus

Cerebro, epilepsia, ictus
Cerebro, epilepsia, ictus - GETTY IMAGES/ISTOCKPHOTO / STOCKDEVIL - Archivo
Publicado: lunes, 28 octubre 2019 14:51

   MADRID, 28 Oct. (EUROPA PRESS) -

   Expertos del Hospital San Juan de Dios de Tenerife han asegurado que la rehabilitación logopédica es clave para la recuperación de la afasia, un trastorno del lenguaje producido a consecuencia de una lesión en una o varias zonas del cerebro responsables de la función del lenguaje y puede darse a consecuencia de un ictus.

   Y es que, cuando una persona padece un ictus, se produce una detención brusca del flujo sanguíneo en una región cerebral que provoca la muerte de neuronas. Esto puede desembocar en distintas manifestaciones de una forma súbita, como dificultad para mover el brazo o la pierna, inestabilidad al caminar, debilidad de la cara o problemas en el habla y lenguaje.

   Si se da una afectación en el lenguaje, puede repercutir en dificultades en la expresión, la comprensión, o la lectoescritura, así como en la voz o incluso en la deglución. Por ello, tras la valoración neurológica, los expertos han asegurado que es "indispensable" la valoración logopédica para determinar el grado de afectación que ha supuesto en la comunicación del paciente.

   A su juicio, la rehabilitación comunicativa y la reorganización neuronal han de priorizarse de manera temprana tras el accidente cerebrovascular. De hecho, la aparición de la afasia puede causar problemas en habilidades como la expresión oral, manifestándose una incapacidad para expresarse verbalmente, o en la comprensión del lenguaje, no procesando una conversación, con dificultades para mantener la atención, para realizar rutinas diarias o incluso a la hora de transcribir la escritura.

   Desde el punto de vista comunicativo, un ictus puede conllevar falta de memoria, pérdida de la estructura espacio-temporal, cambios en la voz e incluso dificultades en la deglución, pues los problemas en la musculatura de la cara y en la laringe tras un ictus pueden impedir una ingesta de alimentos y líquidos de manera adecuada.

   "Ante la limitación que sienten muchos pacientes tras verse afectados con la afasia, tras el ictus, es frecuente que caigan en estados de cierta depresión, pues a raíz de esa falta de participación, por la incapacidad para interactuar en la vida social que conllevan estos problemas en la comunicación, tienden al aislamiento, a la degeneración comunicativa con su entorno, evitando situaciones que requieran relacionarse con los demás", ha dicho la logopeda del hospital San Juan de Dios de Tenerife, Miryam Mederos.

   La enfermedad cerebrovascular supone un problema de salud de primer orden debido a la elevada cifra de personas que lo sufren, además de ser la primera causa de muerte en la mujer y segunda en el hombre y de las altas tasas de discapacidad que puede originar. Una vez instaurado el ictus, algunas personas llegan a recuperar total o casi totalmente los déficits que se producen, pero la mayoría presentan secuelas que deben ser rehabilitadas de una forma precoz, pues su calidad de vida va a depender de ello.

   "Tratándose de una patología de especial relevancia en nuestro entorno, el papel de la rehabilitación de la función perdida por distintos especialistas juega un aspecto crucial en el tratamiento del ictus", ha apostillado el neurólogo y coordinador de la unidad de ictus del hospital San Juan de Dios, Jonathan López.

   Si tras el ictus se detectan problemas en el habla, el logopeda ha de detectar el nivel de afectación por afasia para poder ofrecer sistemas alternativos o aumentativos de comunicación para la rehabilitación del lenguaje. Además, tras el ictus es frecuente la parálisis facial, lo que afecta a la movilidad de los músculos de la cara.

   Finalmente, desde las áreas de neurología y logopedia del Hospital San Juan de Dios se ha hecho hincapié en el abordaje de la rehabilitación de la función fonatoria, comunicativa y deglutoria, pues será fundamental para evitar el aislamiento del paciente y para fomentar el mantenimiento de sus relaciones sociales y familiares, reduciendo al mínimo el impacto emocional en el propio paciente y sus allegados.