MADRID, 20 Dic. (EUROPA PRESS) -
Actualmente, para evitar el rechazo de trasplantes de hígado y riñón hay que "conseguir que a largo plazo los pacientes requieran dosis inferiores o más simples" de tratamiento inmunosupresor "para seguir manteniendo el injerto sin riesgo al rechazo", según el explica el consultor senior del servicio de Nefrología del Hospital Universitario de Bellvitge, Barcelona, Josep M. Grinyó.
Así lo confirmó durante la jornada Clinical Transplantation Day, organizada por Grupo Chiesi, donde además es miembro del comité científico.
Además, asegura que "la mejora cada vez se hace más difícil a pesar de los retos y necesidades no totalmente satisfechas que todavía persisten", aunque "hay muchos medicamentos actualmente en investigación para mejorar la inmunosupresión pero es difícil superar los resultados actualmente alcanzados".
Una simplificación o reducción individualizada del tratamiento inmunosupresor según biomarcadores sensibles y específicos en diferentes momentos del trasplante podría redundar en una menor comorbilidad derivada del tratamiento inmunosupresor crónico manteniendo una correcta preservación de la función renal del injerto y además, facilitandouna mejor adherencia al tratamiento inmunosupresor, según el experto.
De igual modo, la inmunosupresión que reciben los pacientes trasplantados renales consta de una combinación de varios fármacos "que deben ser tomados a diario y para siempre y que actualmente se indican de la misma forma a todos los pacientes trasplantados, sin realmente individualizar la necesidad de cada pacientes a recibir mayor o menor cantidad y combinaciones de tratamientos".
Por otro lado, cada vez se conoce "mejor" la respuesta inmunológica del organismo que se produce en todos los pacientes tras un trasplante. Este conocimiento, "debe ahora trasladarse" en marcadores no invasivos que permitan individualizar las estrategias terapéuticas para cada paciente que va a recibir un trasplante.
En este sentido, los avances registrados en los últimos años han favorecido que los rechazos "sean inferiores al 15 por ciento y de estos revierte el 85 al aplicar el tratamiento antirechazo". Al final, "son un 4 o 5 por ciento los injertos que se pierden anualmente pasado el primer o el segundo año tras el trasplante".
Los principales efectos adversos del tratamiento inmunosupresor son una mayor caída de las defensas, mayor riesgo de contraer enfermedades infecciosas, mayor riesgo cardiovascular y mayor riesgo de padecer cáncer.