MADRID 10 Jul. (EUROPA PRESS) -
El tamaño del infarto absoluto, es decir, el porcentaje de ventrículo izquierdo que queda dañado de forma irreversible, debe ser el objetivo principal a valorar en los estudios que evalúen el efecto de nuevos tratamientos en este contexto, según el primer documento de consenso internacional sobre recomendaciones para la realización de resonancia magnética en ensayos clínicos o investigación experimental en infarto de miocardio, coordinado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y publicado en el 'Journal of the American College of Cardiology'.
En los últimos años ha habido un incremento exponencial del uso de la resonancia magnética post-infarto para predecir el pronóstico de los pacientes, conocer mejor los cambios que ocurren en el tejido cardiaco y evaluar el beneficio de las terapias administradas a estos pacientes. De hecho, el desarrollo tecnológico de esta técnica ha generado multitud de nuevas opciones basadas en resonancia magnética para estudiar estos aspectos.
Este documento, liderado por el jefe de grupo del CIBERCV, Director del Departamento de Investigación Clínica del CNIC y cardiólogo del hospital Fundación Jiménez Díaz, Borja Ibáñez, y el director general del CNIC, Valentín Fuster, tiene como objetivo guiar a la comunidad cardiovascular para la aplicación de los mejores protocolos, las mejores técnicas y las situaciones más adecuadas para realizar una resonancia magnética tras un infarto.
"La resonancia magnética es una de las mejores pruebas para estudiar el corazón tras un infarto. Permite analizar su anatomía, función y composición del tejido de una forma muy precisa sin necesidad de utilizar radiación. Es la prueba ideal para evaluar el efecto de nuevas terapias en el infarto agudo de corazón. Sin embargo, no existían recomendaciones sobre las medidas a realizar en los estudios de resonancia magnética y el momento de hacerlas para evaluar el efecto de estas terapias", ha dicho Fuster.
Y es que, prosigue Ibáñez, este tipo de documentos de consenso sirven de guía para que se homogeneicen las pautas de uso de esta herramienta tan potente, ya que en la actualidad hay multitud de ensayos clínicos que utilizan esta técnica para evaluar el resultado principal, si bien el experto ha reconocido que es "muy complicado" comparar unos estudios y otros debido a que se utilizan protocolos muy diferentes.
"Debido a que el infarto afecta a millones de personas en el mundo cada año, y es un campo muy activo de investigación, las implicaciones de este documento de consenso son enormes", ha dicho, para comentar que en el informe también se recomienda que la prueba de resonancia magnética se realice entre el día 3 y 7 tras el infarto.
Según la evidencia científica, el periodo de tiempo entre 3 y 7 días tras el infarto es donde las medidas de resonancia magnética son más estables y están menos afectadas por los cambios rápidos que sufre el corazón para intentar auto-repararse. "Esta ventana temporal es además logísticamente factible ya que la gran mayoría de los pacientes permanecen ingresados en el hospital al menos tres días tras padecer un infarto. Esta es la ventana de tiempo que deberían utilizar los ensayos clínicos en esta patología", ha apostillado el coautor del documento de consenso, Rodrigo Fernández-Jiménez.
Finalmente, otro de los autores y científico físico de Philips que trabaja en CNIC coordinando el programa de desarrollo conjunto entre ambas instituciones en imagen cardiovascular, Javier Sánchez-González, ha recordado que la tecnología de resonancia magnética permite una evaluación "muy exhaustiva" de los procesos que ocurren en el tejido cardiaco y es, sin duda, la herramienta "más potente" existente para este objetivo.
"Las nuevas técnicas de mapeo del corazón nos están ayudando a comprender procesos que ocurren en el corazón infartado que antes sólo podíamos ver en la anatomía patológica. La posibilidad de verlas en vivo y de manera inocua para el paciente es sin duda uno de los grandes avances de la medicina", ha zanjado.