MADRID, 23 Nov. (EUROPA PRESS) -
Científicos del Instituto de Salud Carlos III han descubierto que las personas que se han sometido a un trasplante tienen un riesgo cien veces mayor de desarrollar leishmaniasis visceral, la forma más grave de esa dolencia ya que puede tener complicaciones mortales, en caso de que se produzca un brote.
Este hallazgo, cuyos resultados aparecen publicados en la revista 'PLoS Neglected Tropical Disease', podría explicar por qué desde los años 90 ha cuadruplicado el número de casos de leishmaniasis en pacientes que han recibido un trasplante.
En el trabajo participaron investigadores de los hospitales 12 de Octubre y Fuenlabrada, en Madrid, que analizaron a 63 receptores de trasplantes de órgano sólido para conocer cuántos de ellos habían estado en contacto con el parásito causante de la leishmaniasis, aunque no hubieran desarrollado la patología, y evaluar el riesgo real de sufrirla más adelante.
"Ser receptor de un trasplante de órgano es cada vez más frecuente entre la población española y, por tanto, es necesario prevenir el riesgo de infección entre los pacientes trasplantados y establecer las medidas de manejo y profilaxis adecuadas de los casos clínicos para evitar recaídas", ha explicado a 'Sinc' Javier Moreno, investigador del ISCIII y autor del estudio.
Durante un brote registrado en Fuenlabrada reportaron ocho casos de leishmaniasis visceral entre unos 130 pacientes trasplantados que viven allí, lo que mostraría una incidencia cien veces mayor en comparación con pacientes con un sistema inmunológico normal.
Asimismo, también pretendían ver qué pacientes habían sido tratados y si la recuperación fue completa o existía riesgo de recaída, un hecho muy habitual entre los pacientes inmunodeprimidos.
En el seguimiento de estos pacientes se utilizaron no solo las técnicas serológicas y parasitológicas normales para el diagnóstico de la leishmaniasis, sino que se introdujeron ensayos de proliferación linfocitaria y producción de citoquinas para determinar la respuesta celular específica frente al parásito.
De este modo, ha explicado Eugenia Carrillo, también autora del estudio, observaron que había "una correlación estrecha entre los niveles de estimulación y de producción de citoquinas obtenidos en los cultivos y los niveles de citoquinas detectados en el plasma, lo que permitía confirmar que ambas técnicas eran equivalentes, aunque mucho más sencilla la segunda que la primera".