MADRID 3 Oct. (EUROPA PRESS) -
Una nueva prueba de biopsia líquida puede ayudar a determinar qué pacientes con cáncer de pulmón de células no pequeñas que se ha extendido más allá de los pulmones tienen más probabilidades de beneficiarse de la radiación dirigida de alta dosis, en lugar de la terapia basada en fármacos, según sugiere un nuevo estudio presentado en la Reunión Anual de la Sociedad Americana de Oncología Radioterápica (ASTRO) y publicado en la revista 'npj Precision Oncology'.
Según el estudio, una prueba de biopsia líquida, que identifica el ADN tumoral circulante en la sangre, puede ayudar a distinguir si el cáncer de un paciente se ha extendido a unos pocos focos tumorales o si se ha extendido más ampliamente. Este indicador ayudaría a los médicos a determinar qué tipo de tratamiento sería más eficaz para cada paciente.
"Nuestros hallazgos sugieren que el nivel de ADN tumoral circulante, más que el número de tumores en sí, es una medida más precisa de la carga de enfermedad", afirma el autor principal del estudio, el doctor Aadel Chaudhuri, profesor adjunto de Oncología Radioterápica del Centro Oncológico Siteman de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington (Estados Unidos).
El cáncer de pulmón no microcítico (CPNM) representa alrededor del 84% de todos los cánceres de pulmón, que son la principal causa de muerte por cáncer en todo el mundo. Los pacientes diagnosticados de CPNM con enfermedad metastásica generalizada, en la que el cáncer se propaga más allá de los pulmones y los ganglios linfáticos, no suelen poder curarse, explica el doctor Chaudhuri.
Sin embargo, algunos pacientes con enfermedad oligometastásica --en los que el cáncer se ha extendido a unas pocas localizaciones-- experimentan largos periodos de supervivencia sin cáncer cuando son tratados con altas dosis de radiación dirigidas a las localizaciones tumorales individuales.
Identificar qué pacientes con enfermedad oligometastásica se beneficiarán de este tipo de radioterapia focalizada ha sido todo un reto, afirma Chaudhuri.
La biopsia de tejido tumoral, considerada durante mucho tiempo el patrón oro para el análisis de tumores sólidos, sólo examina el lugar donde se tomó la muestra de tejido, y las pruebas de imagen también tienen limitaciones para detectar la enfermedad micrometastásica, explica Chaudhuri.
Comparando un tumor visible con un iceberg, añade que es difícil que las pruebas de imagen muestren "si la enfermedad es sólo la parte del iceberg que es visible por encima del agua, o si hay sustancialmente más enfermedad micrometastásica bajo la superficie".
Las pruebas de biopsia líquida pueden detectar elementos de cánceres de tumores sólidos en la sangre, la orina o el líquido cefalorraquídeo. Los análisis de sangre son el tipo de biopsia líquida más utilizado y pueden identificar ADN tumoral circulante (ctADN), células tumorales circulantes (CTC), ARN circulante y otros biomarcadores que señalan la presencia de cáncer. "La biopsia líquida podría ayudarnos a saber si hay enfermedad micrometastásica", asegura.
El doctor Chaudhuri y sus colegas utilizaron anteriormente la tecnología de biopsia líquida para monitorizar el estado de pacientes con cáncer colorrectal, cáncer de vejiga y tumores de nervios periféricos.
En el estudio actual, un análisis multiinstitucional del mundo real, los investigadores analizaron los datos de 2016 a 2022 de 309 pacientes con CPNM oligometastásico que recibieron radioterapia después de la biopsia líquida. La enfermedad oligometastásica se definió en este estudio como enfermedad metastásica en al menos uno, y hasta cinco, sistemas de órganos. Los pacientes tenían una edad media de 64,7 años.
Los pacientes con ADNtc detectable antes de la radioterapia tuvieron una supervivencia global peor que aquellos cuya sangre no mostró ADNtc detectable antes del tratamiento. La mediana de supervivencia global de las pacientes en cuya sangre se detectaron rastros de ADNtc fue de 16,8 meses, frente a los 25 meses de las pacientes en las que no se detectó ADNtc antes del tratamiento.
Asimismo, la supervivencia libre de progresión fue peor para aquellos en cuya sangre se detectaron rastros de ADNct antes de la radioterapia. La mediana de supervivencia libre de progresión fue de 5,4 meses para los pacientes con ADNtc detectable, en comparación con 8,8 meses para los que no tenían ADNtc detectable antes del tratamiento. Estos resultados fueron corroborados por modelos multivariantes que incluían ocho parámetros clínicos y genómicos adicionales.
Los resultados sugieren que los pacientes con niveles bajos o nulos de ADNtc detectable tienen más probabilidades de beneficiarse de la radioterapia, mientras que aquellos con niveles detectables más altos de ADNtc tienen más probabilidades de necesitar terapia sistémica, como quimioterapia o inmunoterapia, apunta Chaudhuri.
"Cuando se tiene un nivel detectable de ctADN, la carga de enfermedad es mayor. Nuestros hallazgos indican que podemos utilizar este biomarcador para respaldar las decisiones de tratamiento centradas en el paciente en el entorno del cáncer oligometastásico", concluye.