MADRID, 30 Oct. (EUROPA PRESS) -
Los gatos suelen quedar fuera de las intervenciones asistidas con animales para reducir el estrés, pero una nueva investigación de la Universidad Estatal de Washington (Estados Unidos) ha demostrado que muchas personas, especialmente las que tienen emociones fuertes y muy reactivas, quieren y se beneficiarían de las interacciones con estos felinos.
Las universidades que llevan a cabo intervenciones asistidas con animales han demostrado sus beneficios, pero más del 85% de ellas sólo incluyen perros, según estos investigadores. Su nuevo artículo, publicado en la revista científica 'Anthrozos', revela un alto nivel de interés por añadir gatos a esta mezcla.
El estudio descubrió que varios factores determinaban una respuesta positiva a un programa de visitas de gatos y reveló que el rasgo de personalidad de la emocionalidad desempeñaba un papel importante. La emocionalidad, que forma parte de un modelo psicológico bien establecido llamado los Cinco Grandes rasgos de la personalidad, indica que una persona tiene emociones fuertes y es muy reactiva a ellas.
"La emocionalidad es un rasgo bastante estable; no fluctúa y es una característica bastante consistente de nuestras personalidades. Descubrimos que las personas que se encontraban en el extremo superior de esa escala estaban significativamente más interesadas en interactuar con los gatos en el campus. Dado que investigaciones anteriores han demostrado que estas personas pueden estar más abiertas a formar fuertes vínculos con los animales, tiene sentido que quieran que los gatos se incluyan en estos programas", ha comentado Patricia Pendry, profesora del Departamento de Desarrollo Humano de la Universidad Estatal de Washington.
Los investigadores exploraron el nivel de interés en añadir gatos a las intervenciones, además de cómo las características humanas pueden influir en ese interés. Los científicos también examinaron si los empleados universitarios, que suelen estar excluidos de estos programas, estarían interesados en participar.
"Anecdóticamente, siempre nos han dicho que las personas con gatos son diferentes a las personas con perros, y que la mayoría de los estudiantes no están interesados en interactuar con los gatos. Nuestros resultados revelaron que los estudiantes están interesados en interactuar con los gatos y que este interés puede estar impulsado por rasgos de personalidad", ha apuntado Pendry.
Los investigadores encuestaron a más de 1.400 estudiantes y personal universitario de más de 20 universidades. La relación entre la personalidad y la disposición a interactuar con los gatos se mantuvo incluso después de tener en cuenta la disposición a participar en un programa de visitas a los perros, ser propietario de un gato e identificarse como mujer.
Los investigadores también tuvieron en cuenta las influencias negativas, como tener alergia o fobia a los gatos, que lógicamente reducían el interés de los participantes por interactuar con los felinos.
Una de las razones por las que las intervenciones universitarias tienden a centrarse en los perros es el mayor número de animales de terapia caninos disponibles y la opinión común de que los gatos pueden ser inadecuados para las funciones de terapia.
"Existe la percepción de que los perros existen para complacer a la gente. Aunque describa a los gatos como 'exigentes', a menudo se les percibe como imprevisibles, distantes o quisquillosos, rasgos que pueden ser difíciles de tratar para algunos", ha destacado Pendry, que se clasifica a sí misma como una persona de perros y gatos.
En estudios anteriores en los que los resultados no se dividían en diferentes especies animales, Pendry dijo que era fácil distinguir a las personas con gatos de las personas con perros.
"Algunas personas entraban y se dirigían inmediatamente a los gatos y otras a los perros. Me sorprendió gratamente la cantidad de gente que estaba interesada en interactuar con los gatos, lo que me hizo interesarme por saber más sobre por qué hacían esas elecciones", ha valorado.
Los investigadores incluyeron al profesorado y al personal, además de los estudiantes, y no encontraron diferencias entre los grupos. "Pensamos que las poblaciones de estudiantes universitarios son únicas, y en varios aspectos lo son. Pero cuando observamos a los empleados universitarios, los resultados fueron muy similares: La personalidad importaba más que ser estudiante o empleado. Eso demuestra que habría interés en tener intervenciones con animales en entornos no universitarios y en otros lugares de trabajo", aseguran los investigadores.
Tener la opción de poder elegir una interacción con un gato o un perro, o con ambos, puede aumentar el número de personas interesadas en asistir a una intervención asistida por animales, que se ha demostrado que disminuye el estrés y hace que la gente se sienta mejor. Ese es el objetivo de los científicos.
"Nuestro estudio demuestra que podemos llegar a un público más amplio ofreciendo intervenciones que incluyan perros y gatos. Las personas que se encuentran en el extremo superior del rasgo de emocionalidad pueden ser más propensas a participar y beneficiarse de estas interacciones. Buscamos formas de ayudar a más personas a reducir sus niveles de estrés. Añadir los gatos puede ser otra forma de llegar a un público más amplio", remacha Pendry.