MADRID 1 Jul. (EUROPA PRESS) -
Realizar cambios en el estilo de vida, como una dieta equilibrada, ejercicio regular y pérdida de peso, son las primeras líneas de defensa ante la resistencia a la insulina (RI), según ha señalado la especialista del Servicio de Endocrinología y Nutrición del centro médico-quirúrgico Olympia Quirónsalud, Alessandra Luque.
La resistencia a la insulina provoca que las células no respondan adecuadamente a esta hormona producida por el páncreas que permite que las células del cuerpo utilicen la glucosa para obtener energía. Esto lleva a que el cuerpo necesite producir más insulina para mantener los niveles de glucosa en sangre dentro de rangos normales. Con el tiempo, este esfuerzo adicional puede llevar al páncreas a agotarse y a la aparición de la diabetes tipo 2.
Para la especialista, lo más preocupante es que la RI puede ser completamente asintomática en sus etapas iniciales, lo que la convierte en una amenaza silenciosa que afecta a millones de personas en todo el mundo y que puede tener consecuencias graves si no se detecta y trata a tiempo.
Según Luque, existen diversos factores que pueden contribuir a la RI, entre los que destacan la obesidad, la inactividad física, la genética, una dieta alta en azúcares refinados y carbohidratos procesados, la edad o el estrés y las infecciones.
Asimismo, la gestación es también un momento en el que la sensibilidad a la insulina disminuye de forma progresiva debido a la producción de una hormona de la placenta (Lactógeno placentario). "Esta hormona en condiciones normales trata de facilitar el aporte de glucosa al feto y para eso produce cierta resistencia a la insulina en la madre. El problema está cuando se juntan otras condiciones como la obesidad, antecedentes familiares de diabetes mellitus tipo 2 o resistencia la insulina previa y se produce la diabetes gestacional", ha explicado la doctora.
Luque ha señalado que los efectos de la RI no se limitan a la diabetes tipo 2 (DM2). Este problema metabólico está asociado con una serie de condiciones de salud graves, como la hipertensión, enfermedades cardiovasculares, síndrome de ovario poliquístico (SOP) y enfermedad del hígado graso no alcohólico, que es la causa más frecuente de cirrosis a largo plazo en la actualidad. "Incluso la RI asociada a la obesidad puede favorecer el desarrollo de tumores malignos, como el cáncer de endometrio, entre otros, y perjudicar la respuesta al tratamiento", ha afirmado la experta.
En la piel también se puede encontrar, aunque no siempre, la Acantosis Nigricans, que se ve como una mancha aterciopelada marrón sobre todo detrás del cuello, axilas, codos e ingles. "Además, se pueden ver otras lesiones como los acrocordones, que son pequeñas protuberancias, blandas y más oscuras que la piel, localizadas en varios lugares, sobre todo en cuello", ha añadido Luque.
La detección temprana y la intervención son claves para manejar la RI. La especialista ha señalado que el diagnóstico se puede realizar mediante análisis de sangre, "que evalúan los niveles de glucosa e insulina sobre todo en pacientes que nos hagan sospechar clínicamente por tener obesidad abdominal, alteración de los niveles de glucosa, hipertensión arterial y alteración de lípidos, lo que conocemos como síndrome metabólico".