MADRID, 23 May. (EUROPA PRESS) -
Actualmente, los dispositivos cerebrales portátiles se están comercializando directamente a los consumidores y, a menudo, sus creados afirman que confieren beneficios, como aumentar la memoria y modular los síntomas de la depresión. Pero a pesar del tamaño de este mercado, se sabe poco sobre la validez de estas afirmaciones y, justificado o no, las consecuencias o repercusiones éticas relacionadas.
En una perspectiva que se publica este miércoles en la revista 'Neuron', un equipo de neuroeticistas examinó la gama de productos que se venden en Internet y cuestionó las afirmaciones de las compañías sobre estos productos. Identificaron 41 dispositivos para la venta, incluidos 22 dispositivos de grabación y 19 dispositivos estimulantes. El objetivo del proyecto era analizar los temas de transparencia, derechos y responsabilidad en la forma en que se comercializan y venden estos productos.
"Cuando se trata de la biotecnología, y en particular de la tecnología cerebral, hay un mayor nivel de responsabilidad en torno a la innovación ética --dice la autora principal Judy Illes, profesora de Neurología y Cátedra de Investigación de Canadá en Neuroética en la Universidad de British Columbia--. La buena noticia es que no cuesta mucho dinero innovar éticamente: solo se necesita más reflexión, buenos mensajes y consideración de las posibles consecuencias. Hay muchos expertos que están dispuestos a ayudar a esta industria en una práctica, orientada a la solución. Vale la pena que las empresas se tomen el tiempo para hacerlo correctamente".
Los autores establecieron cuatro categorías generales para las afirmaciones sobre dispositivos cerebrales portátiles. Bienestar, cuando aportan beneficios como reducción del estrés, mejora del sueño y pérdida de peso; mejora, incluida la mejora de la cognición y la productividad y un mayor rendimiento físico; aplicaciones prácticas, con usos como investigación y seguridad mejorada de los trabajadores, y salud, cuando mejora afecciones como las que afectan el comportamiento y la atención, así como ciertas enfermedades neurodegenerativas.
A pesar de las afirmaciones de gran alcance, ha habido pocos estudios que evalúan la validez científica de cualquiera de ellos. Los autores no intentaron evaluar la efectividad de los productos en esta revisión. En cambio, observaron cómo los fabricantes podían comunicar los resultados potenciales del uso de estos dispositivos, tanto positivos como negativos, de una manera más éticamente responsable.
FALTA DE ETIQUETAS DE ADVERTENCIA
El mercado de dispositivos de neurociencia tiene paralelismos con otros productos médicos que se venden directamente al consumidor. Esto incluye hierbas y suplementos, kits de pruebas genéticas en el hogar, las llamadas tomografías computarizadas de bienestar y las ecografías 3D de "recuerdo" que se ofrecen a las mujeres embarazadas. Al comercializarlos para el bienestar o la recreación en lugar de para la salud, las compañías que venden estos productos y servicios pueden evitar la supervisión regulatoria de agencias como la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos.
"Sin embargo, nos preocupa que las personas puedan recurrir a estos dispositivos en lugar de buscar ayuda médica cuando realmente la necesiten --señala Illes--. También pueden elegir estos dispositivos sobre los tratamientos médicos convencionales que se les han ofrecido. Hay muchos efectos potenciales de los que no sabemos mucho".
Los síntomas y efectos secundarios que pueden resultar del uso de estos productos incluyen enrojecimiento u otra irritación cuando los dispositivos entran en contacto con la piel, dolores de cabeza, dolor, hormigueo y náuseas. Algunos de los productos mencionan la posibilidad de efectos secundarios en su embalaje, pero no se han realizado estudios que analicen cómo de comunes o graves pueden ser los efectos.
Los investigadores señalan que en gran medida faltan etiquetas de advertencia que informen a los consumidores sobre el riesgo. "Consideraría que este es un mensaje importante y responsable para los consumidores, pero que yo sepa, pocos de estos productos lo tienen", dice Illes.
Illes y su equipo creen que se necesita más precaución debido a que algunos de estos productos se comercializan para niños, quienes pueden ser particularmente vulnerables a sus efectos en el cerebro. "Sus cuerpos y cerebros aún se están desarrollando --dice ella--. ¿Cuáles son los reclamos de estos productos y cómo los gestionamos y apreciamos por sus potenciales beneficios y posibles riesgos?".
También puede ser necesaria una precaución adicional para el uso de dispositivos de neurociencia en personas de edad avanzada, otra población que puede estar en mayor riesgo de daño potencial. Igualmente, hay problemas relacionados con los productos portátiles de neurociencia que registran la actividad cerebral. "¿Cómo se utilizan estos datos y quién tiene acceso a ellos? --pregunta Illes--. Estas son cosas que no sabemos. Deberíamos estar haciendo estas preguntas".