MADRID, 9 Dic. (EUROPA PRESS) -
Cirujanos de la Escuela Universitaria de Medicina John Hopkins de Baltimore (Estados Unidos) están ultimando las preparaciones para realizar el primer trasplante de pene en el país que, si sale de forma existosa, permitirá a miles de militares estadounidenses heridos de guerra beneficiarse de esta técnica.
Y es que, según recoge el 'New York Times', entre los años 2001 y 2013 unos 1.367 militares menores de 35 años han sufrido un trauma genitourinario, es decir, una pérdida parcial o total de testículos, pene y de las funciones urinarias. Los más afectados, según el Registro de Trauma del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, son los militares que se encuentran desplazados en Afganistán e Irak.
De hecho, según ha informado a la 'BBC Mundo' la profesora adjunta en la Facultad de Trabajo Social de la Universidad del Sur de California, Sherrie Wilcox, aunque estas heridas "no son nuevas", se consideran como un "sello de combate" como consecuencia de que cada vez es más común que los militares vayan andando por la calle, en lugar de en un vehículo blindado.
Además, según el estudio 'Trauma Genitourinario en los militares', publicado en marzo de este año y liderado por Wilcox, se estima que el 12 por ciento de las heridas de guerra involucran algún tipo de lesión genitourinaria, de las cuales el siete por ciento afecta directamente la zona pélvica y los genitales.
Por este motivo, los expertos han destacado la importancia que tiene que se vaya a realizar, en un año o incluso en "meses", el primer trasplante de pene en Estados Unidos, porque abrirá la puerta a la realización de otras 60 operaciones y, tras un periodo de seguimiento, se podrá convertir en una terapia estándar.
Hasta ahora sólo se han realizado dos trasplantes de pene en el mundo. El primero se realizó en China en 2006 y el segundo en Sudáfrica en 2014. El primero fracasó porque el paciente rechazó su nuevo órgano, obligando a revertir la cirugía, pero el segundo resultó exitoso ya que el paciente no sólo recuperó su capacidad sexual, sino que se convirtió en padre.
REQUISITOS PARA REALIZAR LA OPERACIÓN
Por ello, y con el objetivo de ayudar a los heridos en combate, el equipo del centro estadounidense va a realizar esta operación tras haber encontrado a un posible receptor. No obstante, según han informado los cirujanos, para poder desarrollar el procedimiento, los nervios, los vasos sanguíneos y la uretra del receptor deben estar intactos.
Además, el candidato debe estar preparado psicológicamente, ya que la operación puede ser exitosa o fracasar, e incluso tener que ser revertida. Otro de los requierimientos es que el pene provenga de un donante joven, fallecido recientemente y que se cuente con la aprobación de su familia.
Una vez cumplidos todos los requisitos, se le quitará el órgano al cuerpo del donante y, mediante un procedimiento microscópico, se conectarán los principales conductos y nervios a los del receptor, los cuales deberán crecer dentro del pene trasplantado para garantizar el éxito.
El receptor podría convertirse eventualmente en padre y, de acuerdo con los médicos del JHU, tener un hijo biológico suyo, ya que el trasplante sólo incluye el pene y no los testículos del donante, donde se produce el esperma con la información genética de las personas.
Ahora bien, los cirujanos han avisado de que este trasplante, al igual que cualquier otra cirugía mayor, conlleva una serie de riesgos como, por ejemplo, infecciones o sangrado durante el procedimiento. Asimismo, también pueden aparecer efectos secundarios de los medicamentos que deberá tomarse de por vida el paciente o un posible rechazo al miembro trasplantado.
Los problemas psicológicos son otros de los aspectos que hay que tener en cuenta ante una intervención de este tipo. Y es que, tal y como ha mostrado el estudio de la doctora Wilcox, la imagen genital propia (similar a la imagen corporal, pero concentrada en los genitales) está asociada a un aumento de la ansiedad sexual y a la reducción del funcionamiento sexual.
Por ello, antes de que se convierta en un tratamiento estándar, los militares que van a ser intervenidos van a ser monitoreados durante cinco años, tiempo en el cual los científicos analizarán multitud de pruebas.