MADRID, 23 Jun. (EUROPA PRESS) -
Durante el verano las disfunciones oculares y los problemas visuales aumentan un 25 por ciento en comparación con otras estaciones del año, según una investigación realizada por investigadores norteamericanos.
El estudio, del que se hace eco el Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas (CGCOO), fue realizado por un equipo multidisciplinar de científicos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), que pretendía conocer las consecuencias de las actividades estacionales, más concretamente las realizadas en verano, en la incidencia de infecciones oculares y visuales.
Playa, piscina o montaña, cualquiera de estos escenarios conllevan un incremento de las radiaciones solares sobre nuestros ojos debido a una mayor exposición solar y, además, aumenta el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades oculares por la multiplicación, debida a las altas temperaturas, de distintos microorganismos patógenos.
También deberemos cuidar los ojos en verano si se toman ciertos medicamentos o si se tiene los ojos claros. Todos estos factores, concluyó el equipo de investigadores, traen como consecuencia un notable aumento de problemas oculares y disfunciones visuales en el periodo estival, tales como conjuntivitis, fotoqueratitis, erosiones corneales, ojo seco, etc.
"Con el exceso de exposición solar, los ojos tienen un mayor riesgo de padecer cataratas, ceguera temporal (fotoqueratitis), tumoraciones y pterigion, un tipo de crecimiento anómalo del tejido de la conjuntiva ocular. Todos estos problemas se relacionan con una intensa a lo largo del tiempo o bien repentina exposición al sol; por lo que el verano es una estación que resulta de alto riesgo para nuestros ojos", explicaron los expertos.
Igualmente, la ingesta de una serie de medicamentos, incluyendo algunos de venta libre, pueden aumentar la sensibilidad de los ojos y la piel a la radiación UV. Aunque el riesgo de aumento de la sensibilidad a la radiación UV varía con cada medicamento, es importante conocer que los medicamentos que pueden aumentar el riesgo de susceptibilidad al daño UV incluyen ciertos antibióticos, algunos anticonceptivos orales y medicamentos antiinflamatorios, como el ibuprofeno y el naproxeno sódico.
CÓMO REDUCIR LOS RIESGOS
"Ante cualquier signo o síntoma es conveniente acudir al especialista. Por otro lado, la montaña, la baja humedad y el calor contribuyen a aumentar la evaporación de las lágrimas, resecando el ojo. Lo mismo ocurre con el aire acondicionado. La sequedad ocular ocasiona picores, ardor, visión borrosa, sensibilidad a la luz y sensación de arenilla en el ojo. Por todo ello, conviene tomar ciertas precauciones", explica Juan Carlos Martínez Moral, presidente del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas.
"Incluso si no tomamos ningún medicamento y tenemos los ojos oscuros, aún debemos tomar medidas para proteger nuestra salud ocular y visual", añade.
Afortunadamente, aunque nunca hay una garantía del 100 por ciento de tener algún problema ocular, la protección es bastante fácil. Lo primero es pasar por un examen completo para descartar cualquier anomalía ocular y dejarse aconsejar por el óptico-optometrista.
En materia de utilización de productos de protección solar, deben usarse siempre gafas de sol de calidad que bloqueen el 100% de la radiación UV, "sin olvidarnos de usar gafas de sol también en días nublados", ha subrayado.
En resumen, en playa, montaña y piscinas no hay que olvidar llevar gafas de sol de calidad; utilizar un sombrero o gorra y protector solar; y asegurarse de comprobar la posible fotosensibilidad a cualquier medicamento que se esté tomando.
Además, desde la sociedad médica recuerdan que las lágrimas artificiales pueden ser útiles en determinados casos, ya que refrescan y calman las molestias oculares leves; que en la piscina, lo recomendable es usar gafas de natación para evitar posibles infecciones; y en la playa o la montaña es interesante apostar por unas gafas polarizadas, lentes que poseen un filtro especial que bloquea la luz reflejada y permiten una visión sin reflejos.
"En la montaña, la baja humedad y el calor contribuyen a aumentar la evaporación de las lágrimas, resecando el ojo y ocasionando picores, ardor, visión borrosa, sensibilidad a la luz y sensación de arenilla en el ojo. Por todo ello, conviene tomar ciertas precauciones y visitar al óptico-optometrista", insiste Martínez Moral.