MADRID 8 Ago. (EUROPA PRESS) -
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa evitable de muerte prematura y discapacidad en todo el mundo. Encabezadas por los infartos de miocardio y los accidentes cerebrovasculares, las enfermedades cardiovasculares son responsables de unos 10 millones de muertes en todo el mundo.
La hipertensión no controlada es uno de los principales factores de riesgo de ictus e infarto de miocardio. La prevención y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares implican cambios terapéuticos en el estilo de vida, como dieta y ejercicio, y tratamientos farmacológicos complementarios de eficacia probada.
En un artículo publicado en 'The American Journal of Medicine', investigadores de la Facultad de Medicina Schmidt de la Universidad Atlántica de Florida (Estados Unidos) y sus colegas alertan a los profesionales sanitarios de que el viejo 'asesino silencioso' está "vivo y coleando".
"Los sanitarios deben ser conscientes de que la hipertensión no controlada es una de las afecciones más comunes, graves y crecientes en sus pacientes", ha dicho Stacy Rubin, autor principal y profesor asistente de medicina, FAU Schmidt College of Medicine.
"Los profesionales sanitarios deben controlar urgentemente la presión arterial y tener presente que la muerte súbita cardiaca representa el 50 por ciento de las muertes por enfermedad cardiovascular y es el primer acontecimiento sintomático en aproximadamente el 25 por ciento de los casos", ha agregado. Además, en el 76 por ciento de los pacientes con ictus, el síntoma inicial es el propio ictus.
Los autores señalan que el control de la hipertensión es eficaz y, al menos en teoría, "sencillo".
Antes del Programa de Detección y Seguimiento de la Hipertensión, un estudio histórico realizado en los años 70 en Estados Unidos, solo alrededor del 50 por ciento de los pacientes eran conscientes de su hipertensión. De ellos, solo el 50 por ciento recibía tratamiento activo. De ese grupo, solo el 50 por ciento recibió un tratamiento eficaz. Por lo tanto, solo una octava parte de los pacientes recibía un tratamiento eficaz.
En la actualidad, estas cifras muestran que el 54 por ciento son conscientes de su hipertensión, el 40 por ciento reciben tratamiento activo y el 21 por ciento están controlados activamente. En muchos países del mundo se han elaborado directrices y todas tienden a insistir en la necesidad de un control estricto.
Según las últimas guías de la Asociación Americana del Corazón y el Colegio Americano de Cardiología, las personas sanas deben tener una tensión arterial sistólica igual o inferior a 130 milímetros de mercurio (mmHg) y una tensión arterial diastólica igual o inferior a 80 mmHg.
CERCA DEL 45% DE LOS ESTADOUNIDENSES AFECTADOS
"Con estas últimas definiciones, la hipertensión afecta a cerca del 45 por ciento de la población adulta estadounidense", afirma la doctora Panagiota Kitsantas, coautora y profesora y directora del Departamento de Salud de la Población y Medicina Social de la Facultad de Medicina Schmidt de la FAU.
"Otro reto clínico es el síndrome metabólico, que incluye adiposidad central, triglicéridos altos, colesterol de lipoproteínas de alta densidad bajo, glucemia elevada en ayunas e hipertensión", ha señalado.
Los autores advierten de que el síndrome metabólico es uno de los principales factores de riesgo de infarto de miocardio y accidente cerebrovascular en Estados Unidos, que es la sociedad con más sobrepeso del mundo.
"Para los pacientes con síndrome metabólico, creemos que los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina o IECA, o sus fármacos más potentes de nueva generación, los bloqueadores de los receptores, son el primer fármaco de elección", afirma Charles H. Hennekens, coautor y autor correspondiente, primer catedrático de medicina Sir Richard Doll, asesor académico principal y profesor de medicina preventiva en el Departamento de Salud de la Población y Medicina Social de la Facultad de Medicina Schmidt de la FAU.
"Estos fármacos tienen efectos beneficiosos sobre los infartos de miocardio, los accidentes cerebrovasculares y las enfermedades renales, otra de las principales consecuencias de la hipertensión no tratada", ha señalado.
Se ha demostrado que hacer cambios positivos en el estilo de vida, como perder peso, ser más activo físicamente y reducir el consumo de sal, es beneficioso para controlar la tensión arterial.
En el caso de las personas cuya tensión arterial es superior a 130/80, una combinación de estos cambios en el estilo de vida junto con medicamentos puede reducir la tensión arterial de forma segura y eficaz. La medicación suele iniciarse en los casos en que la tensión se mantiene por encima de 140/90 a pesar de los cambios en el estilo de vida.
Los autores sugieren que tanto los profesionales sanitarios como los pacientes deben ser conscientes de la variabilidad de la presión arterial de un día para otro y de la mañana a la noche. Por ello, un tratamiento eficaz se complica por la necesidad del profesional sanitario de elaborar un algoritmo para cada uno de sus pacientes.
Además, el paciente debe asumir un papel activo en el control de su tensión arterial. Por este motivo, la Asociación Americana del Corazón y el Colegio Americano de Cardiología recomiendan el tensiómetro Omron, que se utiliza para medir los niveles de tensión arterial en casa.
"Los profesionales de la salud deben aconsejar a sus pacientes que comprueben su tensión arterial cada mañana y cada noche, y si deben administrar un fármaco concreto o su dosis, que debe ajustarse en función de la media de tres lecturas tomadas con un intervalo de unos cinco minutos", afirma Hennekens. "Aunque la hipertensión no controlada sigue viva en Estados Unidos y en todo el mundo, la atención estricta a estas cuestiones por parte de los profesionales sanitarios tiene el potencial de 'matar al viejo asesino silencioso'", ha concluido.