MADRID, 26 Abr. (EUROPA PRESS) -
Aunque en los últimos se ha producido un aumento de la implicación de los padres en la crianza de los hijos, siete de cada diez llamadas para solicitar atención psicológica infantil son realizadas por las madres, señala Gema Fuentes, psicóloga de los Centros Crece Bien de Madrid.
Desde la fundación del primer centro hace 14 años, la proporción no ha variado pero sí ha aparecido un dato muy significativo; si bien el número de padres no ha aumentado, sí lo ha hecho el número de abuelos que llaman o que, incluso, acompañan a las madres en la primera cita. "Una de las causas de esto puede deberse al papel que están desempeñando actualmente los abuelos en la educación de los niños y las niñas. Nos encontramos a madres sobrecargadas que tienen la necesidad de pedir ayuda a los abuelos para poder compartir un poco de esta carga", explica.
También está la cuestión de las consultas y reuniones. Al igual que en el centro escolar se pide que ambos progenitores estén presentes en las tutorías, también suele ser interesante que ambos acudan a las reuniones de seguimiento de los niños o adolescentes cuando éstos siguen una terapia psicológica o un apoyo de tipo educativo. En estos últimos casos, desde la experiencia de Gema Fuentes, son también las madres quienes acuden y quienes durante las sesiones están más receptivas.
"En las reuniones con las familias, cuando acuden ambos progenitores, escuchamos mucho expresiones del tipo 'Mi marido es mas 'tradicional' educando a los niños'. Quizá la educación que han tenido hombres y mujeres en cuanto a inteligencia emocional ha sido, por desgracia, distinta, provocando que los hombres sean más reticentes a hablar de emociones. Aquí entran en juego las expectativas sociales: se espera que la mujer se ocupe de las emociones del niño y el padre de los límites, por ejemplo. También se espera que la madre "llegue" a todo", cuenta Fuentes.
Este traspaso de responsabilidades y la asunción de una mayor capacidad para determinados asuntos, provocan en las madres una mayor carga mental, ya que además de tener habitualmente un trabajo remunerado fuera del hogar, se implican más en las tareas domésticas y en el cuidado de los hijos. Una mayor carga mental tiene diferentes efectos en la salud mental y física de las madres.
"La carga mental aumenta los niveles de estrés, y nos encontremos lidiando con un estrés alto día tras día. Esto puede producir problemas en nuestra salud física, como dolores, malestar o enfermedades relacionadas con un estilo de vista estresante, y mental, como ansiedad, ataques de pánico, angustia y depresión", sostiene Fuentes.
Pese a que socialmente se espera de las mujeres que puedan con todo y encuentren ese equilibrio feliz, lo cierto es que el modelo de mujer perfecta, que todo lo puede, es imposible de conseguir. "No podemos tener una casa impecable, tener un trabajo exitoso, un tipo perfecto y ser las madres modelos 24 horas al día siente días a la semana, y además de todo no estar después de esto estresadas, enfadadas o tristes", apunta Fuentes.