La malaria se cobra cada año la vida de 70.000 menores de 5 años sólo en Tanzania, donde se registran 16 millones de casos cada año
IFAKARA (TANZANIA), 16 (Del enviado especial de EUROPA PRESS, Antonio González)
Sólo el 9 por ciento de los niños con síntomas de malaria en Tanzania recibe el tratamiento adecuado, en las dosis correctas y ajustado a los síntomas presentados por el paciente, según se desprende de las conclusiones de un estudio realizado por un equipo de investigadores del Centro de Formación de Salud Internacional de Ifakara (Tanzania). En este país del sudeste africano se diagnostican cada año 16 millones de casos de malaria o paludismo (la mitad de la población en riesgo del país), una patología que causa anualmente 70.000 fallecimientos entre menores de 5 años.
Uno de los autores de la investigación, Manuel Hetzel, del Instituto Tropical Suizo (STI), explicó a la prensa española en Ifakara, población rural de unos 60.000 habitantes en cuyo entorno (distritos de Kilombero y Ulanga) se realizó el estudio de campo, que existen "muchos factores" que influyen en la expansión de la enfermedad, y que el adecuado acceso a los medicamentos tan sólo es uno de ellos, por lo que se necesitan "muchas actuaciones para mejorar la situación".
En este sentido, explicó que según la investigación llevada a cabo recientemente en esta población, centrada en la mortalidad y morbilidad por esta patología, provocada por el parásito 'Plasmodium falciparum' y transmitida por la picadura de la hembra del mosquito 'Anopheles', el problema comienza cuando en un 58 por ciento de los casos las madres no consideran "peligrosa" en un primer momento la aparición de fiebre en sus hijos (uno de los síntomas de la enfermedad), de forma que se pierde un tiempo precioso hasta que finalmente los pequeños reciben la primera asistencia sanitaria. Hay que tener en cuenta que en el caso de la malaria más de la mitad de los casos se registran en niños de hasta cinco años, que es la franja de edad en la que la enfermedad tiene peor pronóstico y donde se concentra la mortalidad.
Así, aunque el 78 por ciento de las madres acaban llevando a sus hijos enfermos al 'dispensario', establecimiento sanitario que en el que rara vez hay médicos y que suele estar regentado técnicos sanitarios con únicamente tres años de formación, "muchas veces resulta demasiado tarde".
La otra opción para conseguir los medicamentos (básicamente sulfadoxina-pirimetamina como tratamiento de primera línea) son las llamadas 'drug shops', comercios regentados por personas con una formación sanitaria primaria que sólo dispensan antipalúdicos en el 33 por ciento de los casos en que éstos son necesarios.
Por este motivo, existe un proyecto en marcha para que estos establecimientos oferten a la población que tiene dificultades de acceso al hospital o al dispensario el antipalúdico artemisinina (comercializado como 'Coartem' por Novartis) a precio reducido. Este medicamento, indicado para tratar la malaria aguda por 'Plasmodium falciparum' no complicada (la forma más grave de la patología) redujo en más de un tercio su precio promedio para el mercado público a finales de septiembre, hasta un dólar por tratamiento, para incrementar el acceso al mismo por la población de las regiones con bajos ingresos, y especialmente de África.
De hecho, una vez que llegan al 'dispensario' más cercano a su lugar de residencia, los pacientes se encuentran con que en siete de cada diez de estos centros no disponen de los fármacos recomendados contra la enfermedad, y que incluso en tres de cada diez ni tienen ninguno de los antipalúdicos existentes. También existe escasez de medios materiales, ya que sólo 3 de cada 18 de estos centros dispone de microscopio.
Pero el problema es que antes de llegar a estos dispensarios, tres de cada diez tanzanos que habitan zonas rurales, donde el mosquito es más frecuente, deben caminar al menos durante dos kilómetros para llegar al centro más cercano (prácticamente no hay coches y la gente suele desplazarse caminando), donde es posible que no puedan ayudarles. Si a este obstáculo se le une que muchas familias pasan cerca de un tercio del año trabajando en campos de labor que pueden distar unos 10 kilómetros de la ciudad ('shambas'), el combate contra la malaria se complica.
Por otro lado, según refleja el estudio, desarrollado en el marco del denominado programa ACCESS (Mejora del Acceso a un Tratamiento Efectivo contra la Malaria), los habitantes de estas zonas tienen "pavor" a los efectos secundarios de los tratamientos contra la malaria, aunque sólo "una pequeña parte" de los pacientes los experimentan, relacionando estos efectos muchas veces con la influencia de espíritus malignos, lo que hace que tanto el paciente como todo su entorno se asusten.
A juicio de Hertzel, la malaria es actualmente demasiado frecuente en Tanzania, y los responsables sanitarios deben tener en cuenta las especiales circunstancias del país y enfrentarse a la disyuntiva de elegir entre facilitar el acceso de los pacientes a los medicamentos, si bien con un menor control sobre si los toman adecuadamente, o dificultarlo garantizando que cuando se toman se hacen de forma adecuada. De hecho, actualmente en torno al 50 por ciento de las dosificaciones no son las correctas.
Otra de las medidas importantes para atajar la enfermedad reside en el uso de redes contra los mosquitos, que si además están impregnadas de insecticida pueden reducir la mortalidad derivivada de la enfermedad en torno a un 27 por ciento, según las estimaciones del doctor Hassan Mshinda, que desarrolla su labor en el Centro de Formación de Salud Internacional de Tanzania. Actualmente entre el 60 y el 80 por ciento de los hogares disponen de una de estas redes, que no obstante siguen resultando demasiado caras para muchas personas (valen en torno a los tres dólares).
MEDIO MILLÓN CONTRA LA MALARIA.
El Centro de Ifakara, gestionado por el Ministerio de Sanidad tanzano, el Instituto Tropical Suizo, la Agencia Suiza de Desarrollo y Cooperación (SDC) y la Fundación Novartis, cuenta con un presupuesto anual de unos 3,5 millones de euros y está situado junto al hospital de referencia de St. Francis. Gracias a su sistema de vigilancia demográfica el distrito de Kilombero, donde se ubica, es una de las regiones de África mejor estudidadas desde el punto de vista de la salud pública.
En este contexto, la Fundación Novartis, que entre otras funciones identifica los objetivos a los que posteriormente se dedica el laboratorio del mismo nombre, fijando las bases para futuros partenariados, ha centrado gran parte de sus esfuerzos en este centro, y a través del mismo a la lucha contra la malaria. Así, según Alex Schulze, de la Fundación Novartis, esta entidad destina al proyecto sobre la malaria puesto en marcha por el Centro de Ifakara unos 500.000 euros anuales.