Actualizado: jueves, 2 julio 2009 18:28

LONDRES 2 Jul. (EUROPA PRESS/Eva Martínez Millán) -

El Gobierno británico ha asumido que no puede contener la expansión del virus de nueva gripe, que ya ha causado tres muertes en el país, y ha decidido pasar a la fase de tratamiento ante la previsión de que a finales de agosto, el número de afectados podría ascender a 100.000 diarios.

Según informó este jueves en el Parlamento el titular de Sanidad, Andy Burham, el nuevo paso en la estrategia contra la enfermedad implicará que los médicos ya no se encargarán de realizar pruebas para detectar la presencia de H1N1 en los pacientes y apelarán a aquéllos con síntomas a permanecer en sus hogares.

En este contexto, se espera que la vacuna esté lista a partir del próximo mes y se calcula que el número de dosis a final de año ascienda a los 60 millones, si bien Burham insistió durante su comparecencia en que las decisiones adoptadas no derivan de que el virus sea más mortal, sino de la consciencia de que no puede ya contenerse.

Así, en la última semana se ha producido un "considerable aumento" de casos y son ya en torno a 7.500 los confirmados en todo el país, que ha visto ya dos víctimas en Escocia y la primera en Inglaterra esta misma semana, una niña de seis años, quien no obstante padecía otros problemas de salud y su caso está siendo investigado.

En consecuencia, el responsable de Sanidad explicó en la Cámara de los Comunes que su departamento se ha situado ya en el "siguiente nivel en la gestión de la enfermedad", con una "estrategia nacional centrada en abordar el aumento en el número de afectados". "Avanzaremos a esta fase de tratamiento con efectos inmediatos", aseveró.

INCREMENTOS

Con todo, aclaró que las autoridades sanitarias "siembre han sabido que sería imposible contener el virus de forma indefinida" y que "en algún momento habría que pasar de la fase de contención a la de tratamiento". No en vano, las cifras se han venido doblando cada semana y, de continuar esta tendencia, el saldo a finales de agosto podría llegar a los 100.000 diarios.

Una "presión sobre el sistema", según Burham, que llevará a que, en adelante, el Gobierno deje de intentar controlar a las personas que hubiesen estado en contacto con afectados, así como poner fin al cierre de colegios donde se hubiesen registrado casos, a no ser en supuestos excepcionales en los que las circunstancias lo recomienden.

Además, los antivirales se limitarán a los considerados grupos de riesgo y no todas las personas diagnosticadas con nueva gripe los recibirán, a diferencia de hasta ahora, cuando se recetan a todos los que presentan síntomas. Aparte, la información diaria del número de casos se suprimirá por una estimación más general, en línea con lo adoptado por otros países con una importante incidencia, en los que los reportes se dan semanalmente o con la acumulación de días.

DUDAS

En este contexto, existen indicios de que las cifras no reflejan el nivel de incidencia, puesto que algunos que padecen síntomas leves no han contactado con sus médicos y, en consecuencia, no han podido ser contabilizados, e incluso hay quienes son tratados por las autoridades sanitarias, pero no considerados como víctimas de nueva gripe.

Una situación derivada de que en puntos de alta presencia del virus, como Londres, determinadas áreas de Escocia o el condado de West Midlands, el diagnóstico resultó ser competencia de médicos, en lugar de laboratorios, por lo que fue más difícil detectar los contactos entre afectados y personas sanas y determinados protocolos quedaron en suspenso.

Además, aunque por el momento está haciendo menos daño que una gripe ordinaria, los responsables sanitarios han expresado su preocupación ante una posible mutación más dañina, especialmente una vez entrado el otoño, debido a su conjunción con temperaturas más bajas.