SEVILLA 20 Sep. (EUROPA PRESS) -
Los pacientes con alto riesgo de padecer Alzheimer muestran una reducción del espesor de ciertas áreas de la corteza cerebral relacionadas con la memoria, en comparación con otras personas mayores sanas, según una de las principales conclusiones a las que ha llegado el equipo de investigación del Laboratorio de Neurociencia Funcional de la Universidad Pablo de Olavide (UPO), dirigido por el profesor José Luis Cantero Lorente.
Estos neurocientíficos tratan así de establecer la frontera entre el envejecimiento normal y los estadios que anteceden a la enfermedad de Alzheimer, como el deterioro cognitivo leve, según han revelado en el marco del Día Mundial de esta enfermedad, que se celebra este próximo miércoles.
Con este objetivo, sus investigaciones se centran en establecer un patrón de atrofias corticales, relativas a la corteza cerebral, y lesiones de la sustancia blanca cerebral --compuesta por fibras nerviosas, denominadas axones, que interfieren en la comunicación neuronal entre regiones cerebrales distantes-- que facilite un diagnóstico cada vez más temprano de la enfermedad.
La muerte neuronal causada por procesos neurodegenerativos viene precedida por lesiones microscópicas que afectan a la integridad de la sustancia blanca cerebral e interfieren, por tanto, en el proceso de comunicación neuronal.
Mediante técnicas de neuroimagen anatómica estos investigadores han observado lesiones de los tractos de fibras nerviosas que facilitan la liberación de acetilcolina en la corteza cerebral, un neurotransmisor implicado en diferentes funciones cognitivas como la consolidación de memoria, el lenguaje o la atención.
"Hemos encontrado que los tractos de sustancia blanca encargados de conducir la acetilcolina a la corteza cerebral, se encuentran dañados en personas en riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, impidiendo de esta forma la liberación normal de este neurotransmisor en la neocorteza, parte de la corteza encargada de los procesos de raciocinio", ha destacado el propio investigador.
Asimismo, utilizan técnicas de resonancia magnética que les permiten determinar el grosor de la corteza cerebral, detectando un adelgazamiento de determinadas estructuras íntimamente relacionadas con la memoria (corteza entorrinal) en pacientes con deterioro cognitivo leve.
FACILITA EL DIAGNÓSTICO TEMPRANO
Este hecho podría considerarse como un primer indicio de la enfermedad que "facilitaría el diagnóstico temprano del Alzheimer al combinarse con marcadores biológicos de neurodegeneración", ha ahondado Cantero.
Según explica Cantero, existen una serie de cambios biológicos intrínsecos al proceso de envejecimiento que se entremezclan con las lesiones causadas por la enfermedad de Alzheimer. "Nuestra investigación se mueve siempre en ese terreno indefinido, en el cual se solapan procesos de envejecimiento y neurodegeneración incipiente, lo que en investigación pre-clínica se denomina deterioro cognitivo leve", ha apostillado.
Estudios previos han demostrado que entre el 30 y el 50 por ciento de las personas que presentan deterioro cognitivo leve desarrollan Alzheimer en los siguientes de 3 a 5 años. En el otro 50 por ciento, ese deterioro suele desembocar en otras patologías neurológicas o, en contadas ocasiones, se mantiene de forma estable durante el resto de la vida del paciente.
"En función del tipo de deterioro cognitivo se desarrolla una patología u otra. Si es de tipo amnésico, casi con total seguridad derivará en Alzheimer", ha aclarado este investigador.
Para analizar las distintas fases de la enfermedad, la investigación titulada 'Estudio in vivo del patrón de atrofias corticales y deterioro de la conectividad anatómica: del envejecimiento normal a la enfermedad de Alzheimer', que ha dispuesto de 169.673 euros financiados por la Junta de Andalucía, ha contado con una muestra de 90 personas que incluía ancianos sanos, personas con deterioro cognitivo leve, es decir, con alto riesgo de desarrollar Alzheimer y pacientes diagnosticados con la enfermedad en su fase más leve.
PREVENIR EL ALZHEIMER
Numerosos estudios multicéntricos realizados en diversos países, evidencian que tener hábitos sedentarios desde los 35 ó 40 años, una escasa actividad mental, es decir, realizar trabajos monótonos que apenas requieren estrategias cognitivas, y llevar una dieta inadecuada, rica en grasas saturadas, multiplican los riesgos de padecer la enfermedad de Alzheimer.
"La trilogía de hábitos sedentarios, escasa actividad mental y alimentación poco sana en general, favorece el desarrollo de la enfermedad en aquellas personas que presentan alto riesgo de padecerla", ha advertido Cantero, para quien este hecho "está comenzando a generar ciertas expectativas en relación a la prevención del Alzheimer".
Así, ha aludido a los factores "dieta, actividad física y mental" como elementos claves para prevenir la enfermedad en la próxima década".