Los pacientes epilépticos siguen considerándose personas estigmatizadas y suelen ser aisladas en sus puestos de trabajo

Un Médico Atiende A Un Paciente De Epilepsia
EUROPA PRESS/HOSPITAL DE VALME
Actualizado: domingo, 20 mayo 2012 11:41

Experto en neurología avisa que la supresión brusca del alcohol o determinados medicamentos favorece la aparición de crisis epilépticas


MADRID, 20 May. (EUROPA PRESS) -

Los pacientes que sufren la enfermedad de la epilepsia o que padecen crisis epilépticas siguen siendo considerados como personas estigmatizadas a las que se suele marginar en los puestos de trabajo por creer que tienen un bajo nivel intelectual o algún tipo de trastorno psicológico.

Una creencia que data desde hace siglos --en el Evangelio de San Marcos se incluye una descripción de una crisis epiléptica-- y que ha hecho que este tipo de pacientes sean vistos con recelo por la sociedad a pesar de que algunos personas ilustres como Santa Teresa de Jesús, Julio Cesar o Isaac Newton, lo padecieran.

"La sociedad sigue sin estar concienciada y este tipo de pacientes están todavía marginados y estigmatizados. La gente cuando ve una crisis epiléptica generalizada se asusta mucho y a veces les es difícil trabajar con ellos cuando no existe ninguna prueba de que estos enfermos tienen un bajo nivel intelectual o un trastorno de conducta", asegura a Europa Press el neurólogo del Hospital USP San Camilo de Madrid Antonio Yuste.

Concretamente, la epilepsia es una enfermedad crónica que se produce cuando un área de la corteza cerebral se irrita y deriva en una serie de síntomas que, dependiendo de la localización, se manifiesta de una forma u otra a nivel clínico. La más común es la epilepsia generalizada primaria y sólo se manifiesta con crisis epilépticas sin tener ningún otro tipo de trastorno intelectual o genético. Por el contrario, explica Yuste, existen las crisis epilépticas que son síntomas de múltiples enfermedades neurológicas y metabólicas como, por ejemplo, una baja glucosa en sangre.

Asimismo, la epilepsia puede producir dos tipos de crisis: una generalizada en la que el paciente pierde el conocimiento, se pone azul durante unos segundos, expulsa saliva por la boca, se muerde la lengua, hace movimientos y, en ocasiones, se orina; y una crisis focal en la que en el enfermo puede mover el dedo de la mano durante uno o dos minutos sin perder la conciencia, o se queda mirando hacia el infinito haciendo movimientos con la boca, entre otras.

En cuanto al tratamiento de esta patología, el 80 por ciento de los enfermos utilizan medicamentos antiepilépticos que no suelen producir ningún tipo de efectos secundarios. Ahora bien, si se le suministran dos o tres fármacos y no mejora y continua con crisis repetidas, el paciente es evaluado quirúrgicamente en centros muy especializados --formados por neurólogos, neurocirujanos y neurofisiólogos-- para que se le elimine el foco que genera la crisis en el caso en el que se pueda aislar del resto del cerebro.

Asimismo, existen otras técnicas como son la estimulación del nervio vago que consiste en colocar unos electrodos en el nervio que pasa a través del cuello y que va directamente al tronco cerebral. Un tratamiento estimulativo con el que, en determinados pacientes, se consigue paliar una crisis epiléptica.

"El tratamiento es individualizado y la cirugía se lleva a cabo una vez que el paciente ha estado bien diagnosticado y no ha respondido al tratamiento de los fármacos. No obstante, el 80 por ciento responde a la medicación y la mitad del 20 por ciento restante se puede someter a una intervención quirúrgica", recalca el neurólogo del Hospital USP San Camilo.

LOS NIÑOS Y LOS ANCIANOS SON LOS QUE MÁS LA PADECEN

Las crisis epilépticas aparecen con más frecuencia en los niños, debido a su inmadurez cerebral, y en las personas mayores de 65 años. Además, determinadas enfermedades que provocan estos ataques tienen una tendencia hereditaria.

"En la epilepsia generalizada primaria, la más frecuente, suele haber antecedentes familiares y sobretodo se reflejan con crisis febriles y de difícil control. Por ejemplo, en niños de entre 4 meses y 4 años estas crisis pueden ser benignas y desaparecen pero, en el caso en el que algún familiar las padezca, pueden ser indicadoras de una posible epilepsia en el futuro", señala Yuste.

En este sentido, el experto destaca la importancia de que este tipo de enfermos no consuman ningún tipo de drogas ni alcohol a lo largo de su vida aunque reconoce que una supresión "brusca" de determinados medicamentos o de la ingesta de alcohol puede favorecer también la aparición de una de estas crisis epilépticas.

NO METER AL PACIENTE NADA EN LA BOCA Y DEJAR QUE ACABE EL ATAQUE

Respecto a cómo las personas tienen que actuar ante uno de estos ataques, Yuste recomienda no meter "nada" en la boca del paciente, dejar que se acabe la crisis, quitarle todos los muebles que tenga alrededor en el caso en el que se haya desmayado y, en el momento en el que amaine la crisis --suele durar menos de dos minutos-- acostarle de medio lado para evitar que le obstruyan las vías respiratorias.

"Hay que guardar la calma, no meterle nada en la boca, dejar que acabe la crisis y colocar al paciente de lado y, una vez que se le haya pasado y recupere la conciencia, llevarle a urgencias si es la primera vez que le ocurre o, si ha tenido más crisis, recomendarle que tranquilamente acuda a su neurólogo", concluye el experto.