Bajar la temperatura corporal hasta los 32-34 grados de manera artificial disminuye estos daños cerebrales
MADRID, 10 May. (EUROPA PRESS) -
Alrededor del 60 y 80 por ciento de los pacientes que han sufrido un paro cardiaco extrahospitalario por una arritmia ventricular --complicación frecuente del infarto agudo de miocardio-- tienen secuelas graves debido a que durante el paro la sangre no llega a las neuronas y estas se quedan sin oxígeno.
Por ello, al no recibir esta cantidad de sangre las células cerebrales, los pacientes que sobreviven a un paro cardiaco tienen un mayor riesgo de presentar secuelas que van desde déficit neurológicos ligeros hasta grados muy severos de daño cerebral como, por ejemplo, el estado vegetativo o el coma persistentes.
Según explica el presidente de la sección de Cardiopatía Isquémica y Unidades Coronarias de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), José A. Barrabés, una vez que se restablece la circulación se produce un daño adicional de las células que, particularmente es más elevado, si la recuperación del flujo sanguíneo se realiza de forma brusca.
"La hipotermia tiene un claro efecto protector que probablemente se debe en parte a que emula una repercusión más paulatina que reduce los daños a las células", señala Barrabés. Y es que, en los primeros ensayos clínicos sobre este asunto, y según se observó en el 'HACA Study Gropu', publicado en 'The New England Journal of Medicine', más de la mitad de los pacientes tratados pudieron ser dado de alta sin secuelas o con secuelas ligeras.
En concreto, la hipotermia es una técnica, aún de reciente aplicación en nuestro país, que consiste en bajar la temperatura corporal del paciente hasta los 32-34 grados de manera artificial durante 12 y 24 horas, a partir de las cuales se retorna al paciente a la temperatura normal. El objetivo es disminuir el daño neurológico sobre las células del cerebro que acontece después de un paro cardiaco.
Este procedimiento se puede aplicar por medio de diferentes técnicas. O bien se puede empezar a aplicar inmediatamente, mientras el paciente es atendido en la ambulancia, y enfriarlo inyectándole suero frío, o bien se puede realizar mediante placas frías que se colocan encima de la piel o mediante cateterización vascular.
Asimismo, tras haberse demostrado claramente el beneficio de este tratamiento, actualmente se está investigando activamente sobre qué protocolos --temperatura diana, duración de la intervención, entre otros-- pueden conseguir un mayor beneficio clínico.
REDES REGIONALES DE REPERCUSIÓN EN EL INFARTO
Estas conclusiones y técnicas van a ser analizadas y debatidas en el XV Simposio Internacional de Cardiopatía Isquémica, que organiza cada dos años la Sección de Cardiopatía Isquémica y Unidades Coronarias de la SEC, donde además se destacará la necesidad de universalizar las redes regionales de reperfusión con angioplastia primaria a los pacientes cardiacos en España.
Estas redes consisten en definir un programa de atención o protocolo regional, de modo que cuando un paciente sufra un infarto, sea atendido lo antes posible y se le desobstruya cuanto antes la arteria taponada por el infarto, con el fin de que tenga las mínimas secuelas posibles.
"Está claramente demostrado que un protocolo regional de atención al infarto, que no tiene necesariamente que coincidir con los límites de una comunidad autónoma o con el ámbito de una administración, sino con una zona de influencia, beneficia a estos pacientes", comenta Barrabés para avisar que "lo ideal es que, si un paciente tiene síntomas sugestivos de infarto, llame inmediatamente al teléfono de emergencias, se le atienda enseguida y, si se confirma el diagnóstico, se le dirija rápidamente a un centro donde puedan abrirle la arteria obstruida".
Todo esto, prosigue el experto, tiene que estar "muy protocolizado" porque "es crucial no perder tiempo". "Para ello se requiere la coordinación de muchos actores --médicos, enfermeras y resto de personal sanitario-- de los servicios de emergencias, sistemas de transporte sanitario, laboratorios de Hemodinámica y Unidades Coronarias de los hospitales terciarios y de los hospitales de referencia de los pacientes", recalca.
Actualmente, las redes regionales de reperfusión con angioplastia primaria no están implantadas de forma homogénea en España, aunque están consolidadas en Navarra, Murcia, Galicia, Baleares y Cataluña. Asimismo, se han puesto en marcha recientemente en Castilla-La Mancha, Asturias y Valencia y se está desarrollando, aunque aún no se ha iniciado, en Madrid. "Desde la Sección de Cardiopatía Isquémica de la SEC queremos defender la universalización de la angioplastia primaria, ya que es el procedimiento de reperfusión más eficaz en el infarto", enfatiza Barrabés.
En concreto, existen dos tratamientos principales que se aplican para reperfundir o restaurar la circulación sanguínea a los pacientes con infarto agudo de miocardio. Uno es la angioplastia primaria, que consiste en introducir un catéter --cateterismo-- y acceder hasta la arteria obstruida para desobstruirla.
Así, este procedimiento se aplica en hospitales que tienen salas de hemodinámica disponibles. Y el otro es la trombolisis, que consiste en administrar un fármaco para deshacer el trombo que ha provocado el infarto y que no es tan efectivo como la angioplastia. En ambos casos, cuanto más rápido se aplique el tratamiento, mayores son los beneficios que se consiguen.
"La angioplastia primaria se debería aplicar en una hora y media o dos como máximo desde el diagnóstico, según el criterio de la 'European Society of Cardiology', que comparte la SEC, ya que su ventaja sobre la trombolisis se atenúa si el procedimiento se retrasa. El tratamiento de reperfusión, por una u otra técnica, ha demostrado reducir la mortalidad si se aplica dentro de las primeras 12 horas de evolución del infarto" recalca el experto.
Sin embargo, el "máximo beneficio se obtiene cuando el tiempo de isquemia --falta de riego sanguínea-- es menor, durante la primera o dos primeras horas", subraya el experto para zanjar asegurando que "en esos casos cuando la reperfusión consigue la máxima reducción de mortalidad, evitando entre 5 y 10 muertes por cada 100 pacientes tratados, e incluso pudiendo abortar el infarto hasta en un 20% de los pacientes".