MADRID 15 Mar. (EUROPA PRESS) -
El Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn), adscrito a la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, ha abierto una nueva vía de estudio para probar la relación que existe entre el glaucoma, segunda causa de ceguera en España, y la alimentación, a través del índice de masa corporal (INC).
Según informa, el objetivo del 'Estudio sobre Nutrigenómica en Glaucoma' pasa por abrir nuevos canales preventivos de la segunda causa de ceguera irreversible en España y la primera mundial a través de dietas personalizadas. Para ello utilizarán la nutrigenómica, una ciencia que indaga en el efecto de la nutrición a nivel molecular y genético.
Así, esta investigación, que está desarrollando en colaboración con la Universidad de Hardvard en Estados Unidos a través del miembro de la red consorciada, por el doctor Vicente Zanón Moreno, centra uno de sus focos de estudio en el IMC, el medidor más común en la práctica clínica diaria para diagnosticar la obesidad.
"La obesidad puede producir un aumento de la viscosidad de la sangre alterando el flujo normal del humor acuoso, y los factores nutricionales podrían relacionarse con modificaciones de la malla trabecular del ojo, que es la estructura angular a través de la cual se drena este fluido, redundando en la disminución de la salud visual", explica Zanón.
SE ABRE UN NUEVO CAMINO
La nutrigenómica abre un nuevo camino en el tratamiento de muchas enfermedades evitando la cirugía y los efectos secundarios de los medicamentos. "Esta nueva ciencia estudia cómo afecta cada nutriente a un determinado individuo en función de su genética, lo que permitirá diseñar la 'tarjeta genómica', personal e intrasferible, de cada individuo ayudando a prevenir las afecciones", añade.
El glaucoma es una enfermedad ocular que "roba" la visión de manera gradual. Por lo general, no presenta síntomas y provoca la pérdida de visión lentamente. Sin el tratamiento apropiado, puede conducir a la ceguera irreversible.
Por ello, recuerdan, resulta de vital importancia acudir al especialista a partir de los 50 años para chequeos periódicos en los que se controle la presión intraicular.