MADRID, 2 Jun. (EUROPA PRESS) -
La modificación genética de un componente de la toxina botulínica abre la vía a nuevos tratamientos, según un estudio del Colegio Médico de Wisconsin (Estados Unidos) que se publica en la edición digital de la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS).
Los investigadores han modificado uno de los elementos que constituyen la neurotoxina que causa el botulismo y han ampliado los usos terapéuticos de la toxina. En la actualidad, la neurotoxina botulínica tipo A, comercializada como Botox, se utiliza con propósitos cosméticos y para tratar los trastornos neuromusculares como el parpadeo involuntario y la sudoración excesiva.
La toxina descompone enzimas mensajeras que se encuentran sólo en las neuronas, lo que evita que las células se comuniquen entre sí y causa finalmente parálisis.
Los científicos, dirigidos por Joseph Barbieri y Sheng Chen, alteraron uno de los aminoácidos que componen la neurotoxina botulínica de serotipo E. Esto permitió que se descompusiera una proteína conocida como SNAP23 que es muy parecida a las enzimas mensajeras neuronales.
Los autores insertaron el gen de la neurotoxina modificada en células humanas y descubrieron que también descompone de forma natural SNAP23, impidiendo así la comunicación celular en células distintas a las neuronas.
Los investigadores también pudieron descomponer SNAP23 en células humanas en cultivo al utilizar un catalizador para administrar la proteína modificada a las células. Las células que contienen el gen de la toxina botulínica modificado o la proteína también secretaron menos mucosidad y menores cantidades de una molécula de señalización del sistema inmune.
Los autores concluyen que utilizar SNAP23 como diana mediante una neurotoxina botulínica modificada podría ayudar a los especialistas a tratar otros trastornos distintos a aquellos para los que se utiliza en la actualidad.