MADRID 1 Abr. (EUROPA PRESS) -
Un grupo de expertos se han mostrado a favor del establecimiento de normas sobre la calidad del aire interior en edificios públicos, por lo que han analizado tres contaminantes clave: dióxido de carbono (CO2), monóxido de carbono (CO), PM2,5, partículas tan pequeñas que pueden alojarse en lo más profundo de los pulmones y entrar en el torrente sanguíneo.
En este sentido, la profesora Lidia Morawska, de la de la Universidad Tecnológica de Queensland (Australia), conocida internacionalmente por liderar el llamamiento a la Organización Mundial de la Salud para que reconociera la propagación por transmisión aérea del virus Covid-19 al principio de la pandemia, ha seguido planteando la importancia de una calidad adecuada del aire interior en los espacios públicos.
"La mayoría de los países carecen de normas legislativas sobre la calidad del aire interior (CAA) en los espacios públicos que aborden los niveles de concentración de contaminantes", ha afirmado Morawska en este informe que se ha publicado en la revista 'Science'.
"Para que tengan valor práctico, las normas de calidad del aire interior deben poder aplicarse mediante el diseño de nuevos edificios que se construyan, exploten y mantengan de acuerdo con las normas o se adapten para cumplirlas", ha asegurado la especialista, quien ha añadido que "aunque a corto plazo suponga un coste, es probable que los beneficios sociales y económicos para la salud pública, el bienestar y la productividad compensen con creces la inversión en costes para conseguir un aire interior limpio".
LOS SENSORES DE CO2 SON "BARATOS" Y "FÁCILES DE CONSEGUIR"
Según la profesora, los sensores de CO2 son "fáciles de conseguir, baratos y robustos", y deberían utilizarse como indicadores para medir los patógenos y el CO2 durante la ocupación humana de un espacio público. "El CO2 puede servir como indicador indirecto de los contaminantes y patógenos emitidos por los ocupantes y para evaluar eficazmente la calidad de la ventilación", ha explicado.
"Proponemos un nivel de concentración de CO2 de 800 parte por millón (ppm) con la condición de que la concentración exterior se utilice como referencia y el reconocimiento del hecho de que las concentraciones exteriores están aumentando debido a emisiones a la atmósfera que superan a la eliminación", ha explicado.
Además, la experta ha señalado que "otro indicador clave de la calidad del aire que abordamos es la cantidad de PM2,5 y proponemos las directrices de calidad del aire de la OMS como base para las normas de calidad del aire interior, pero con un tiempo medio de 1 hora, ya que las 24 horas de las Directrices sobre Calidad del Aire de la OMS es mucho más tiempo del que la gente suele pasar en lugares públicos".
Según la profesora Morawska, los sistemas de ventilación mecánica deben eliminar y diluir los contaminantes emitidos por las personas y otros contaminantes generados en interiores a un ritmo superior al de su producción, para que no se acumulen en el aire interior.
En este punto, la especialista ha señalado que las tecnologías de medición de la ventilación ya existen en la mayoría de los edificios modernos con ventilación mecánica, pero el control de los índices de ventilación en términos de aire limpio suministrado al espacio requiere que se tenga en cuenta el número de personas y sus actividades en el espacio para garantizar una calidad del aire interior adecuada.
"Una norma práctica de ventilación podría ser aire del exterior (que se supone limpio), o aire limpio recirculado a toda la zona ocupada y con un flujo de aire no dirigido de una persona a otra", ha añadido.
Otras medidas de apoyo a la ventilación, como la limpieza y desinfección del aire, podrían reducir en gran medida la necesidad de aumentar el suministro de aire exterior, que conlleva una gran demanda energética.
"Filtrar el aire recirculado es una forma eficaz de reducir la concentración de partículas en suspensión, alérgenos y patógenos en el aire y, por tanto, nuestra exposición a ellos", concluye Morawska.