MADRID 22 Jun. (EUROPA PRESS) -
Robert J. Lefkowitz, investigador del Howard Hughes Medical Institute, de la Universidad de Durham (Estados Unidos) y Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Biomedicina 2009, ensaya un fármaco para tratar la insuficiencia cardíaca aguda basado en sus descubrimientos sobre los receptores celulares.
Podría impedir que el infarto fuese mortal en pacientes isquémicos y marcar así el nacimiento "de un tipo de fármacos enteramente nuevos, más eficaces y con menos efectos secundarios" para tratar patologías tan comunes como las alergias, la depresión, el dolor, la diabetes o las enfermedades cardíacas.
Así lo ha explicado Lefkowitz este martes en Madrid, donde estará unos días para recoger el galardón que le ha concedido la Fundación BBVA por descubrir la mayor familia conocida de receptores celulares --las moléculas sobre las que actúan más de la mitad de los fármacos que se usan en la actualidad--, describirlos y probar que comparten la misma estructura unos 1.000 de estos receptores, responsables de regular prácticamente todos los procesos fisiológicos, como la vista, el olfato o la vulnerabilidad del organismo frente al VIH.
Durante una rueda de prensa, en la que fue presentado por el director del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), Mariano Barbacid, el investigador estadounidense ha señalado que este nuevo fármaco contra la insuficiencia cardiaca está siendo probado desde el pasado abril por Trevena, empresa creada recientemente por él mismo para desarrollar medicamentos basados en sus descubrimiento. En la actualidad, esta nueva sustancia se encuentra en I fase de ensayos, en humanos sanos, para probar su seguridad.
Según ha explicado, los fármacos que ensaya Trevena se basan en una nueva tecnología, denominada 'ligandos sesgados', que abre la posibilidad de realizar un nuevo abordaje terapéutico centrado en actuar sobre los receptores transmembrana descritos por Lefkowitz.
Esta nueva aproximación podría ser útil también par crear nuevos fármacos contra el dolor, consiguiendo que los opiáceos mantuvieran su capacidad analgésica sin efectos secundarios.
Hace veinticinco años, Lefkowitz clonó por primera vez el receptor beta-adrenérgico, que regula la secreción de adrenalina en el corazón, demostrando así que los receptores existían como estructuras proteicas específicas, una hipótesis hasta entonces controvertida.
LA "CERRADURA" PARA NUMEROSOS FÁRMACOS
Además, advirtió que la estructura de los receptores adrenérgicos --de siete segmentos-- se da en otro millar de receptores. Hoy se sabe que regulan, según Lefkowitz, "prácticamente todos los procesos fisiológicos conocidos" y son la "cerradura" para numerosos fármacos, como los que actúan sobre la histamina, la serotonina y los opiáceos, claves en el tratamiento de las alergias, las depresiones y el dolor.
"Durante estos años se ha pensado que los receptores de siete segmentos actuaban exclusivamente activando la denominada proteína G. Sin embargo, una vez estimulados, hay otro tipo de proteína, las beta-arrestinas, que los desactiva", ha indicado. Las arrestinas, al insensibilizar a los receptores de siete segmentos, explicarían la pérdida de eficacia de la epinefrina --equivalente sintético a la adrenalina-- o la morfina tras su uso continuado.
"Hace poco hemos averiguado que las beta-arrestinas también son capaces de transmitir señales desde los receptores al interior de la células. Más aún, hemos descubierto que es posible desarrollar fármacos que bloqueen señales procedentes de la proteína G y simultáneamente, estimulen determinadas acciones a través de las beta-arrestinas o viceversa. En ese caso, un fármaco sería a la vez, antagonista (bloquea) de ciertas señales y agonista (estimula) de otras", apunta.
En la actualidad, ha explicado, "los medicamentos que actúan sobre los receptores de siete segmentos estimulan o bloquean la acción del receptor por completo. Sin embargo, a veces ocurre que el beneficio que buscamos en un principio activo procede de la proteína G y sus efectos secundarios no deseados, en cambio, de la beta-arrestina, o viceversa".
"Si desarrollamos fármacos que sean capaces de distinguir entre ambos tipos de señales, obtendremos tratamientos mucho más específicos y con menos efectos secundarios", adelantó este experto, para quien este descubrimiento "ha abierto la posibilidad de desarrollar un tipo de fármacos enteramente nuevos".