MADRID 24 Nov. (EUROPA PRESS) -
Si el diagnóstico de la acromegalia se realiza antes de los 10 ó 15 años tras los primeros síntomas, "los pacientes con acromegalia podrían tener los síntomas de la enfermedad bajo control y, por tanto, disfrutar de una calidad de vida excelente", ha asegurado Raquel Ciriza, presidenta de la Asociación Española de Afectados por Acromegalia.
Más de 2.500 españoles padecen acromegalia en nuestro país y se estima que cada año se diagnostican 138 casos nuevos. La acromegalia es consecuencia de un exceso de hormona de crecimiento, de origen tumoral que aparece, tanto en la edad adulta como en la infancia. Si bien esta última es menos frecuente y produce 'gigantismo', en la edad adulta, al ser imposible crecer en altura, se produce un crecimiento de las partes periféricas del organismo (como las manos, los pies y determinadas partes de la cara).
Por ello, según ha afirmado Ciriza, el paciente acromegálico ve afectada su calidad de vida en varios sentidos. Por un lado, las complicaciones causadas por la enfermedad limitan su capacidad funcional y acortan la esperanza de vida del paciente. Y, por otro lado, los cambios físicos progresivos afectan psicológicamente al paciente.
No obstante, "el verdadero problema de salud no procede de la deformación corporal que padecen sino de que también se agrandan su vísceras, como el tiroides o el corazón, siendo estos pacientes mucho más vulnerables a enfermedades cardíacas que constituyen la principal causa de muerte en este colectivo", ha afirmado el doctor Antonio Picó, vicepresidente de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
"Es fundamental abordar la acromegalia lo antes posible, se ha comprobado gracias a diversos estudios que los paciente no tratados fallecen con una frecuencia de dos o tres veces más que la población sana de su edad", ha indicado el doctor Tomás Lucas, presidente de la Fundación de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (FSEEN).
LA FIGURA DEL ENDOCRINÓLOGO ES FUNDAMENTAL EN EL DIAGNÓSTICO
Ambos expertos han destacado que se han producido avances en relación al conocimiento de la enfermedad por parte de los especialistas en Endocrinología y Nutrición e incluso de los profesionales de otras especialidades que participan habitualmente en el estudio de estos pacientes, como cardiólogos o neumólogos. "Esto está permitiendo que se diagnostiquen más pacientes y sobre todo que se diagnostiquen de forma precoz, antes de que desarrollen secuelas irreversibles de la enfermedad", ha asegurado el docto Picó.
Por su parte, el doctor Lucas ha dicho que "se ha mejorado en sospecha diagnóstica, las determinaciones analíticas han ganado en precisión sensibilidad y reproductibilidad, y los estudios de imagen (resonancia magnética) permiten, hoy por hoy, detectar lesiones milimétricas. Ha mejorado la técnica quirúrgica y a la microcirugía clásica se han sumado abordajes endoscópicos, además se ha incrementado notablemente el arsenal terapéutico con nuevos fármacos que nos permiten tanto inhibir la secreción de hormona de crecimiento como bloquear su acción."
"La labor del endocrinólogo en el manejo de esta patología es absolutamente fundamental", ha informado el doctor Picó, ya que, de hecho, la figura de este especialista es constante durante todo el proceso: diagnostica al paciente, indica el tratamiento quirúrgico cuando éste es aplicable y realiza el seguimiento del paciente de manera continua.
TRES CAMINOS PARA ABORDAR LA ENFERMEDAD
A la hora de tratar esta patología, existen varios caminos, como la cirugía, el tratamiento farmacológico y la radioterapia, todos ellos orientados a normalizar la secreción exagerada de hormona de crecimiento y eliminar, en la medida de lo posible, el tumor de la glándula hipofisaria que la produce y que es el origen de la enfermedad.
El primer tratamiento suele ser la cirugía. "En más de la mitad de los enfermos, este tratamiento logra curar definitivamente la enfermedad, y en el resto baja la concentración de hormona del crecimiento y facilita que otros tratamientos la normalicen más fácilmente. Esta cirugía es altamente especializada y necesita ser realizada por un neurocirujano experto en la misma", ha explicado el doctor Lucas.
Aunque, según ha apuntado el doctor Picó, "en este momento, se dispone de suficientes fármacos con diferentes mecanismos de acción que permiten, por separado o en combinación, controlar la enfermedad prácticamente en el 100 por ciento de los pacientes sin necesidad de recurrir a la cirugía o a la radioterapia".
Pese a ello, cuando la operación no consigue controlar la hormona del crecimiento o cuando no se puede operar a un paciente, se inicia el tratamiento farmacológico, para el cual existen tres tipos de medicamentos: análogos de la somatostatina, (que son actualmente los más empleados), los bloqueantes del receptor de hormona de crecimiento y los agonistas de la dopamina. Los dos primeros se administran en inyecciones.
"Con los análogos de la somatostania, se logra estabilizar la hormona del crecimiento en el 70 por ciento de los pacientes. En algunos, estos medicamentos, además, disminuyen el tamaño del tumor", ha añadido el doctor Lucas.
Los antagonistas del receptor de hormona de crecimiento actúan sin disminuir la producción de hormona del crecimiento, pero sí impidiendo que la hormona actúe. "Este tratamiento logra controlar la enfermedad en más del 90 por ciento de los enfermos", ha comentado.
El tercer y último tratamiento es la radioterapia, que daña las células del tumor impidiendo su crecimiento y reproducción. Sin embargo, "la radioterapia se emplea solo cuando el tumor es grande, no se puede controlar con la cirugía y no se logra normalizar la hormona del crecimiento con el tratamiento médico", ha señalado el doctor Lucas.