MADRID, 23 Oct. (EUROPA PRESS) -
Investigadores del Hospital General de Massachusetts (Estados Unidos) han descubierto que las variaciones genéticas que participan en la síntesis de una molécula llamada BH4, necesaria para la producción de los principales neurotransmisores, condicionan la sensibilidad ante el dolor. Las conclusiones del estudio, que podrían aumentar el riesgo de desarrollar dolor crónico, se publican en la edición digital de la revista 'Nature Medicine'.
Según Clifford Woolf, autor principal del estudio, es la primera evidencia de una contribución genética al riesgo de desarrollar dolor neuropático en humanos. La secuencia genética que protege frente al dolor, portada por entre un 20 y un 25 por ciento de la población, parece ser un marcador tanto de la menor sensibilidad al dolor como del menor riesgo de dolor crónico. Para Woolf, la identificación de quienes se encuentran bajo un mayor riesgo de desarrollar dolor crónico en respuesta a procedimientos médicos, traumas o enfermedades podría conducir a nuevas estrategias y tratamientos.
Estudios anteriores en modelos animales condujeron a los investigadores a conjeturar que las variaciones particulares de genes humanos que participaban en la regulación de la molécula BH4 podrían estar asociadas con diferentes respuestas ante el dolor.
Para comprobar esta hipótesis buscaron alteraciones en el gen GCH1, la versión humana de la enzima clave que controla BH4, a través del análisis genético de tejidos de 168 pacientes que participaban en un estudio previo sobre cirugía de hernia discal. Un haplotipo específico de GCH1, un grupo de variaciones en el gen que se heredan conjuntamente, fue más común en los participantes del estudio que informaron de menor dolor neuropático en el año posterior a la cirugía.
Para analizar si este haplotipo mostraba una asociación similar con otros tipos de dolor, los investigadores estudiaron a casi 400 voluntarios sanos que participaban en pruebas sobre su respuesta a diversos estímulos experimentales dolorosos de carácter leve. De nuevo, aquellos participantes con el haplotipo GCH1, que mostraron una menor producción de BH4, también informaron de menor dolor, y los voluntarios con dos copias de la secuencia protectora fueron incluso menos sensitivos al dolor.
Según Woolf, los resultados muestran que BH4 es una molécula clave en la producción del dolor, cuando se encuentra en niveles elevados, y por ello cuando se dan menores cantidades de ella en el organismo, el dolor es menor. Los datos también sugieren que los individuos que dicen sentir menos dolor suelen haber heredado un mecanismo molecular que reduce su percepción del dolor. Esta diferencia procede no de la personalidad o la cultura, sino de diferencias reales en la biología del sistema nervioso sensorial.
Los investigadores señalan que ahora lo que pretenden es identificar aquello que regula la activación de las enzimas que controlan BH4 tras una lesión nerviosa y cómo BH4 altera la excitabilidad de las fibras del dolor. Los científicos también quieren comprobar si aquellos que poseen el haplotipo protector podrían participar de forma más frecuente en actividades potencialmente dolorosas, como los deportes extremos o si poseen menores niveles de dolor en la artritis y otros trastornos similares.