MADRID 17 Sep. (EUROPA PRESS) -
Un equipo de científicos del King's College de Londres (Reino Unido) ha desarrollado una sustancia que puede ayudar a superar varios de los problemas que se presentan durante los trasplantes de órganos, como el rechazo del receptor, la corta vida de los órganos fuera del cuerpo humano e incluso su escasez.
Según han explicado estos científicos en el Festival de Ciencia que se está celebrando en Birmingham, este compuesto, al que han dado el nombre de 'Mirococept', simula la propia capa protectora de los órganos y debe utilizarse para "lavarlos" durante la transferencia del donante al receptor.
De este modo, se mantiene su calidad y se evita que se dañen antes del trasplante, por lo que según ha explicado el profesor del Centro de Trasplantes del Consejo de Investigación Médica (MRC), Steve Sacks, uno de los creadores, el objetivo es que esta técnica "duplique la vida de un trasplante".
Una vez que se injerta el tejido, el compuesto limita la actividad de parte del sistema inmune, que normalmente atacaría e intentaría destruir las células de cualquier organismo foráneo, incluidas las células de un órgano donado.
En circunstancias normales, la respuesta de esta parte del sistema inmune está regulada por moléculas proteínicas que se ubican sobre la superficie de las células renales, pero estas moléculas se pierden en los órganos donados debido al estresante proceso de transferencia.
Además, este compuesto a base de proteínas actúa "como cuando arrojas un cubo de pintura contra una pared", quedando "fijado" para proteger al órgano.
Según añade el doctor Richard Smith, director del Centro de Terapias Proteínicas del MCR, en declaraciones a la BBC recogidas por Europa Press, "el agregado sintético es, en este caso, el agente encargado de espesar la pintura".
Así, lo que hace es engancharse a la membrana de las células y adhiriéndose a las paredes de los vasos sanguíneos".
EN CINCO AÑOS PUEDE SER UNA REALIDAD
Hasta ahora, sólo se ha llevado a cabo una prueba de seguridad con el compuesto para demostrar que no daña al órgano o al paciente, pero ya se está llevando a cabo un ensayo clínico para comprobar su efectividad y los investigadores afirman que los estudios de laboratorio han sido muy alentadores.
De hecho, si todo sale bien esperan que el tratamiento pueda ser una realidad en unos cinco años.
"Si este trabajo se traduce en beneficios en la práctica clínica, y creemos que así será, esto significaría un mayor uso de órganos donados que de otra forma no podrían usarse para trasplantes", afirmó el doctor Sacks.