MADRID 16 Sep. (EUROPA PRESS) -
Un equipo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, en sus siglas en inglés), en Estados Unidos, encontró que aunque la capacidad de transmisión de la malaria va a cambiar en algunas zonas del África occidental, no es probable que las tasas globales de infección aumenten, por lo que e el cambio climático por sí mismo no empeorará la situación, según el documento sobre su estudio que se publica este lunes en la edición digital de 'Environmental Health Perspectives'.
Mientras los profesionales de salud pública continúan luchando contra la malaria en el África subsahariana, los investigadores están tratando de predecir cómo el cambio climático afectará a la enfermedad, que infectó a un estimado de 219 millones de personas en 2010 y es la quinta causa principal de muerte en todo el mundo entre los niños menores de 5 años.
Pero las proyecciones de futuras infecciones por malaria se han visto obstaculizadas por la gran variedad de predicciones sobre las precipitaciones para la región y la falta de un modelo de transmisión de la malaria que describan adecuadamente los efectos de las lluvias locales en los mosquitos, que reproducen y maduran en piscinas efímeras que se forman durante y después de los monzones en el África occidental.
El nuevo estudio del MIT, dirigido por Elfatih Eltahir, profesor en el Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental, y en el que participó la estudiante graduada Teresa Yamana, combina un nuevo modelo de transmisión de la malaria con las previsiones globales de la temperatura y las precipitaciones para mejorar las predicciones de la malaria con el cambio climático.
"La malaria es uno de los principales problemas de salud pública en el mundo, generando un peaje no sólo para la vida, sino también en términos económicos, en particular en África --subrayó Eltahir--. "Mientras otros investigadores estudian los impactos globales del cambio climático en las variables definidas ampliamente como la temperatura global o el nivel global del mar, el mayor desafío es cómo llegar a predicciones fiables de las variables específicas que son relevantes para la sociedad, como la incidencia de la malaria, que se define en las correspondientes escalas regionales y locales".
El estudio utilizó un modelo epidemiológico e hidrológicos combinado de transmisión de la malaria desarrollada anteriormente por Eltahir y el ahora profesor asistente en la Universidad de Vermont Bomblies Arne. El modelo usa información detallada de las precipitaciones, la temperatura, el viento, la topografía y los suelos a escala de aldea, simulando el comportamiento de los mosquitos mediante el seguimiento de la ubicación, la picadura, el estado infeccioso y el ciclo de reproducción de los mosquitos hembras individuales por hora, además de incluir variables de los seres humanos y otros animales que sirven como fuentes de alimentación de sangre para los mosquitos.
Eltahir y Bomblies probaron el modelo con gran cantidad de datos de campo recogidos en aldeas representativas en Níger durante más de dos años, como la abundancia de mosquitos adultos, observaciones de las piscinas y meteorológicas y mediciones de humedad del suelo.
Para incorporar informaciones regionales en el modelo, Yamana tomó datos satelitales diarias y los desgranó en incrementos de una hora por lo que el modelo podría utilizar las precipitaciones por hora para simular la formación de piscinas de cría. Esta experta fijó como referencia las condiciones climáticas actuales con los datos modelo de los satélites para cinco zonas climáticas, a partir de la periferia sur del Sáhara y hacia el sur a través de la zona de transición del Sahel en las regiones más húmedas de la costa de Guinea.
Luego repitió las simulaciones con la temperatura a largo plazo y las predicciones de precipitaciones de los modelos climáticos globales, que predicen un aumento de temperatura en el África Occidental de 2 a 6 grados centígrados para finales de siglo, y cambios en las precipitaciones que van desde grandes reducciones a moderadas o grandes aumentos. Partiendo de la hipótesis de que los niveles futuros de las lluvias caerán en algún punto intermedio, Yamana y Eltahir identificaron las lluvias y los cambios de temperatura que puedan crear la mejor y la peor adecuación ambiental de la malaria en cada una de las cinco zonas.
El equipo detectó que en la frontera sur del Sáhara, las temperaturas llegarán a ser demasiado calientes para la supervivencia de 'Anopheles funestus' y 'Anopheles gambiae sensu lato', las especies más comunes portadoras de la malaria en África. Como resultado, los probables cambios en las precipitaciones podrían tener sólo un impacto menor sobre la malaria.
En temperaturas extremas, el aumento del calor en la zona sur cerca de la costa de Guinea acelerará el desarrollo del parásito de la malaria, mejorando la idoneidad ambiental de la malaria sin importar los cambios en las precipitaciones. Sin embargo, esta zona está ya muy saturada de la enfermedad, por lo que se espera que el impacto sea mínimo a menos que la región experimente una afluencia de personas desde el norte.
Entre estos dos extremos, los efectos opuestos del calentamiento de la temperatura y el aumento de las precipitaciones tienden a anularse entre sí, lo que minimiza el impacto sobre la transmisión de la enfermedad a lo largo de la zona de transición del Sahel. No obstante, los investigadores señalan que su estudio no tiene en cuenta los posibles cambios en la población, la migración, la economía, la salud y otros factores socioeconómicos.
"Muchos países de esta región están muy poco desarrollados y la gente es mucho más vulnerable a los cambios en el medio ambiente que las personas en las zonas más desarrolladas -recalcó Yamana--. Si estos países se vuelven completamente desarrollados y ya no son vulnerables a las enfermedades transmitidas por vectores o la malaria está totalmente erradicada, sería una gran noticia . Pero no creo que podamos contar con cualquiera de estas cosas en un futuro próximo".