MADRID 30 Nov. (EUROPA PRESS) -
Uno de cada tres pacientes (entre un 25 y un 30 por ciento) que permanecen ingresados en estado de coma podría tener un diagnóstico erróneo y estar captando estímulos del exterior ante los que, sin embargo, no pueden reaccionar, según los resultados de un estudio llevado a cabo por científicos de la Universidad de Tubingen (Alemania) que aparecen publicados en la revista 'Der Spiegel'.
Según dicha investigación, en el país teutón se estima que cada año hay entre 3.000 y 6.000 personas que entran en un "estado consciente de coma", según señaló el autor de la investigación, Boris Kotchoubey, del Instituto de Psicología Médica y Neurobiología del Comportamiento de esta univerisadad, para quienes la esperanza de vida es de unos cinco años de media.
El problema de estos pacientes, explicó, es que son capaces de captar estímulos procedentes del exterior pero no pueden reaccionar a ellos o, al menos, no pueden hacer que los demás aprecien estas reacciones por lo que, según publica la agencia alemana Deutsche Welle y recoge Europa Press, "están condenados al aislamiento".
Sin embargo, las cifras oscilan según las investigaciones ya que, en otro estudio, llevado a cabo por el experto de la Universidad de Lieja, Niels Birbaumer, se estima que el porcentaje de pacientes con pérdida de conciencia "falsamente diagnosticados en estado vegetativo" es de hasta un 43 por ciento.
De hecho, un ejemplo de estos diagnósticos fallidos es lo que le ocurrió al belga Rom Houben, de 46 años, que ha pasado 23 de ellos atrapado en una cama, plenamente consciente, mientras todos pensaban que estaba en estado de coma después de haber sufrido un accidente de coche.
Aunque su cerebro funcionaba a la perfección, la parálisis le impedía comunicarlo ni hacer notar a los demás que estaba lúcido, hasta que una investigación de Birbaumer demostró con una tomografía que el paciente estaba paralizado, pero no en estado de coma.
"He gritado, pero nadie me podía oír", comentó Rom Houben, quien durante mucho tiempo intentó hacerse oír por enfermeros, médicos y familiares, hasta que completamente impotente abandonó todas sus esperanza de intentar alcanzar una mejor calidad de vida.