MADRID, 28 Jul. (EDIZIONES) -
Los trastornos alimentarios, afecciones de raíz psicológica, son manifestaciones extremas de preocupaciones por el aspecto físico que resultan en comportamientos perjudiciales con la comida, como la restricción de calorías, los atracones compulsivos, las purgas o la realización de ejercicio físico excesivo. Y el verano puede ser un factor desencadenante de estos trastornos.
Así lo confirma en una entrevista con Infosalus la psicóloga y adjunta de dirección en el Instituto Trastornos Alimentarios (ITA), Miriam Sánchez, que, no obstante, matiza que el verano en sí "no es la causa" aunque sea desencadenante. La razón hay que buscarla en que es una "etapa en la que el cuerpo se expone más y se suele salir más", explica la experta.
Otra explicación en este sentido se encuentra en el inicio de dietas por la llamada 'operación bikini'. "En algunos casos sí que aparece en verano por el típico intento de operación bikini. El inicio de una dieta puede ser un factor desencadenante", apunta Sánchez, que agrega que ocurre "en personas que tienen cierta predisposición". El esquema es sencillo: con una pérdida de peso "hay un refuerzo social externo, normalmente hay una valoración del entorno y ahí es cuando uno comienza a quedarse enganchado", especifica la experta de ITA. Se estima el 90 por ciento de quienes los padecen son mujeres y un 10 por ciento, varones.
Además, el verano no sólo puede desencadenar los trastornos alimentarios. Si ya están instaurados, los empeora. "Los hábitos alimentarios también sufren variaciones porque la gente en vacaciones suele comer a horarios más dispersos y hay ciertos cambios en la rutina de las personas. Eso genera mayor inestabilidad y aumenta la sintomatología", indica la psicóloga de ITA.
Sánchez destaca, asimismo, que otro fenómeno que sucede en verano es que los trastornos alimentarios se detectan más. "Normalmente los padres, al no trabajar están más en casa y muchas veces eso favorece que detecten los malos hábitos o el malestar de su hija o hijo y de ahí que hagan la consulta y la petición de ayuda a los profesionales", comenta la experta.
Los trastornos alimentarios más conocidos son anorexia y bulimia, pero el verano no se circunscribe únicamente a estos. "Sí, el verano también aumenta otros trastornos alimentarios", puntualiza Sánchez. La experta de ITA define anorexia como "un trastorno alimentario que presenta diferentes síntomas asociados a la conducta alimentaria vinculados con un intento de controlar el peso para conseguir una imagen corporal deseable y con la que se sientan mejor". Su característica principal es la restricción calórica y el intento de tener un peso bajo.
Por su parte, la característica definitoria de la bulimia son los atracones. Los que la padecen "realizan ingestas basadas en el descontrol, la incapacidad de parar y comer cantidades muy grandes", diferencia la experta. "Esto les genera un gran malestar que suelen compensar mediante el vómito o laxantes o mediante la restricción el resto de días. Por ejemplo, un día se realiza un atracón o varios y luego intentan compensar reduciendo la alimentación y se pueden pasar un día o dos sin comer", continúa la psicóloga.
EN COMÚN
Anorexia y bulimia tienen en común "un núcleo patológico basado en un gran malestar, una baja autoestima, dificultad en las relaciones sociales, mucha dificultad en la gestión emocional, dificultad para expresar lo que sienten, para expresar el enfado, para tolerar la frustración y tolerar el malestar", enumera Sánchez.
Por ello, recurrir al control de la comida es, para los pacientes, la solución. "Si no puedo controlar la relación con mis padres, intento controlar el cuerpo a través de no comer; si no puedo conseguir amigos, intento cambiar el cuerpo para ver si así tengo más éxito social y las cosas me van mejor", ejemplifica la psicóloga de ITA. "Es un intento de solución a aquello que a la persona le hace sufrir", zanja Sánchez.
El perfil de los pacientes de trastornos alimentarios tiene otros rasgos característicos. La experta manifiesta "un perfil perfeccionista, autoexigente, que tiende a compararse y con estas dificultades en la gestión emocional: la baja autoestima, no ver las capacidades positivas que tiene la persona aumenta la probabilidad de intentar focalizar el cambio en el cuerpo".
Por último, las vivencias traumáticas completan la ecuación. "Suele haber algún trauma", concede la experta, que menciona 'bullying', una relación familiar complea donde ha habido maltrato familiar, abusos sexuales...