MADRID, 25 Ene. (EDIZIONES) -
Un artículo publicado en 'The British Medical Journal' afirma que el 14% de los adultos y el 12% de los niños son adictos a los ultraprocesados, y a un nivel de adicción "sin precedentes" en los infantes. ¿Cómo podemos evitarlo?
Se trata de un trabajo científico donde se recoge todo lo conocido hasta la fecha sobre el poder adictivo de los ultraprocesados y sus implicaciones a nivel clínico y social, y en el que se constata que su composición y presentación consiguen activar los circuitos neuronales de recompensa de forma similar a como lo hacen el alcohol o el tabaco.
En este estudio, han participado entre otros los investigadores españoles del CIBEROBN IDIBELL y del Hospital Universitario de Bellvitge (HUB), la doctora Susana Jiménez-Murcia y el doctor Fernando Fernández-Aranda.
Precisamente, entrevistamos en Infosalus a éste último, que es especialista en psicología clínica e investigador de reconocido prestigio en el ámbito de los trastornos alimentarios, además de director científico del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), coordinador de la Unidad de Trastornos Alimentarios del HUB, además de jefe de grupo y coordinador del Subprograma Obesidad del CIBEROBN.
CÓMO CREAN ADICCIÓN
Según explica el doctor, estos resultados del estudio demuestran que los menores mantienen una relación con la comida "descontrolada" e "inadecuada". Dice que los ultraprocesados son todos aquellos productos que no son naturales, que pasan por un proceso de industrialización; al mismo tiempo que hace referencia a comida que no está hecha de forma casera, sino precocinada; y entre otros ultraprocesados menciona a la bollería, a las galletas, a las patatas chips, o a aquellos frutos secos a que los procesan y ponen miel, con edulcorantes, con grasas, para hacerlos más sabrosos y apetecibles, entre otros.
"Suelen ser alimentos ricos en carbohidratos refinados y grasas, dos componentes que inducen la misma activación de los circuitos neuronales de recompensa, con la liberación de dopamina en el cerebro, que la nicotina o el etanol. Esto hace que la adicción a ellos siga los mismos mecanismos fisiológicos de adicción que el alcohol o el tabaco, y puede asociarse con comportamientos compulsivos, con una calidad de vida más baja, o con una salud mental y física deficiente", alerta el experto.
Manifiesta este psicólogo clínico que hay una serie de áreas a nivel cerebral que son más excitadas por sus sabores y olores, si bien advierte de que esto no sólo sucede en los niños, sino que también puede tener lugar en los adultos: "Responde más a esos estímulos de refuerzo y de gratificación más o menos inmediata. Para ello, desde la industria recurren a la incorporación de azúcares, o de sabores adicionales muchas veces prefabricados, que estimulan más la apetencia por el producto, de manera que terminan comiéndose más".
Considera aquí este investigador que la adicción a los ultraprocesados es un tema "sensible", puesto que, a diferencia por ejemplo de las drogas que puedes dejar de tomarlas si eres adicto, en el caso de la alimentación de ultraprocesados es más difícil porque, en muchas ocasiones, debido a su bajo precio, es la única opción para familias con pocos recursos.
Aparte de ser más baratos, Fernández-Aranda mantiene que los ultraprocesados también generan una mayor gratificación inmediata, y pueden tener ese efecto adictivo y contraproducente a nivel cardiovascular, de sobrepeso. "Es como un círculo vicioso. El sobrepeso o la obesidad suele incidir más en las clases sociales menos favorecidas. Los ultraprocesados tienen un mayor acceso a determinadas clases sociales y, en cambio, una alimentación más saludable es más cara", lamenta el director científico del IDIBELL.
CÓMO REDUCIR EL CONSUMO DE ULTRAPROCESADOS
Así, defiende en primera instancia que, dado que el bajo precio de los ultraprocesados favorece su consumo y, por tanto, adicción, lo idóneo sería un nuevo etiquetado para los mismos y donde se alerte de su poder adictivo, al mismo tiempo que ve con buenos ojos el hacer más accesible en determinadas zonas los productos frescos, algo que también favorece el consumo de los ultraprocesados, productos a los que considera que podría ponérseles tasas o limitar su marketing también.
"Hay aspectos relacionados con la concienciación, con la diseminación de esta información, de psicoeducación ante determinados tipos de edades, sobre todo en niños y en adolescentes, sobre el impacto del consumo de ultraprocesados en su salud que convendría poner en marcha", destaca el experto del IDIBELL.
Considera igualmente que a nivel legislativo y político se podrían poner en marcha iniciativas relacionadas con la regulación del sector, "de empezar a hablar claramente con la industria sobre el tema", igual que se hizo con el tabaco o el alcohol.
A su juicio, también valdría la puesta en marcha de una serie de guías clínicas para el tratamiento y prevención de la adicción a este tipo de alimentos. Sostiene que su impacto no sólo se ve en la infancia, sino también en las personas con trastornos de la conducta alimentaria, campo en el que Fernández-Aranda es un referente en investigación: "Claramente, los ultraprocesados son un factor potenciador de esa sobre ingesta".