MADRID, 20 Dic. (EDIZIONES) -
La OMS lo tiene claro: La alimentación del lactante y del niño pequeño son fundamentales para mejorar la supervivencia infantil y fomentar un crecimiento y desarrollo saludables. Y especialmente indica que son importantes los primeros dos años de la vida del niño, puesto que la nutrición óptima durante este periodo reduce la morbilidad y la mortalidad, así como el riesgo de enfermedades crónicas aparte, por supuesto, de mejorar el desarrollo general.
Además, si ya desde pequeños les enseñamos una serie de hábitos, será después más fácil que estos se instauren en su edad adulta, defiende en una entrevista con Infosalus la nutricionista clínica especializada en nutrición digestiva y hormonal y con un máster en microbiota humana, Blanca García-Orea Haro.
"Al final es más fácil que luego lo apliquen a su día a día. Es como aprender inglés o cualquier idioma y luego será más fácil. En cualquier edad se puede enseñar, siempre costará un poco más porque es un hábito pero se puede. Si estás acostumbrado a tomar cacao azucarado, si tomas el puro seguramente lo veas como un horror, cuando el paladar te cambia y te puedes acostumbrar", asegura.
Aquí destaca que lo más importante siempre es que los padres sean ejemplo y que los niños puedan participar de la comida, de su preparación. A su juicio, la rapidez con la que preparamos muchas veces la comida y la desinformación son los dos principales errores que cometemos en la alimentación de nuestros hijos.
"Por ejemplo, la falta de información nos hace cometer errores en los desayunos o meriendas de los niños. Una de las cosas que los padres me suelen preguntar es qué le dan a sus hijos para desayunar si no es leche con galletas. El principal es darles snacks, lo rápido, los cereales azucarados, las galletas, los bollos o el típico bocata de nocilla", subraya García-Orea.
Así, destaca que el desayuno ideal tanto para niños, como para adultos, debe incluir proteína, grasas buenas y fruta. "Puede consistir en un trozo de pan con aguacate, con huevo, con humus, o con un poco de queso o de pavo. Debe llevar grasas buenas (aceite de oliva virgen extra, frutos secos, aguacate, chocolate negro o cacao tipo batido para no hacer el típico cola cao)", señala.
Para sustituir los cereales azucarados recomienda el empleo de la avena, de la quinoa hinchada o de la espelta hinchada, pero también los copos de maíz. "El vaso de leche no es necesario, si ellos lo toman y bien, fenomenal, pero tampoco sería necesario, porque a muchos no les gusta y los padres lo pasan mal, pero éste se puede sustituir por un yogur, que al estar fermentando incluso es mejor producto. Otra cosa con la que cometemos muchos errores es el de consumir yogures de sabores, pensando que así ingerimos frutas, pero no lo hacemos, no es fruta", prosigue la experta en Nutrición.
En el caso de que nuestros hijos no quieran comer fruta o verdura, ni pescado, García-Orea mantiene que se pueden probar diferentes formas de preparación de los alimentos, el ponerles verduras de colores, no solo las verdes, no ser tan repetitivo con ellas, o acompañarlas a veces de otros alimentos. "Al niño probablemente un brócoli cocido no le llame la atención, pero si se lo pones con arroz o pasta ese sabor le va entrando poco a poco y luego le gustará en otras formas", afirma.
Tampoco ve con buenos ojos el forzarles a comer: "Al principio te vuelves un poco loco, cambiar la manera de cocinar si normalmente cocinas muy básico o no te gustan verduras pero es echarle u poco de tiempo y luego se consigue".
BACTERIAS BUENAS VS. BACTERIAS MALAS
Precisamente, Blanca García-Orea Haro acaba de publicar 'Sanotes y Sanitos' (B de Blok), "un cuento para comer sano, eliminar bacterias malas y hacer cacas buenas", dirigido a niños, en el que cuenta la importancia de cuidar de nuestra microbiota desde pequeños.
En él detalla cómo nuestras microbiota está conformada por bacterias buenas y por bacterias "no tan buenas" que no hacen nada si no las hacemos crecer: "Si comemos mal las haríamos crecer y no habría un equilibrio. Si está todo equilibrado no pasaría nada porque esas bacterias no tan buenas no hagan nada. Pero no solo dependen de la alimentación. A estos microorganismos les ofrecemos la casa y la comida, y ellas ha cambio nos hacen funciones como la defensa y la síntesis de vitaminas. Ellas comen fibra indigerible para nosotros y ellas se alimentan de ella, no la podemos digerir y por eso si no tenemos muchas bacterias buenas, esa fibra indigerible se convertirá en gases, o en hinchazón".
Los ultraprocesados, la alimentación sin fibra real, aparte de no dormir bien alimenta a esas bacterias no tan buenas, así como el no hacer ejercicio, los hábitos tóxicos que mantengamos (beber y fumar), incluso la genética, y también la higiene que tengamos en la boca, donde también tenemos muchas bacterias (tenemos microbiota en muchas partes, sobre todo en el intestino grueso, pero también en la boca, en el ombligo o en la piel).
Obviamente, para primar las bacterias buenas dice que debemos cuidar de los aspectos antes citados. "Si tomas un cola cao con galletas no les llega comida y podrían desaparecer ciertas bacterias que son beneficiosas", advierte.
RELACIÓN INTESTINO-CEREBRO
Al final del libro también trata la relación actual que existe entre el intestino y el cerebro. La experta en Nutrición señala que todo lo que pasa en el intestino está relacionado con las emociones, de forma que si un día te duele la tripa, ese día estarás de mal humor, no te apetecerá jugar, por ejemplo.
"Al final tenemos un nervio, el vago, que conecta el intestino con el cerebro y por tanto, también tenemos neuronas en nuestro intestino. Ambos extremos saben como están, si tenemos una fiesta o un evento importante que nos haga estar nerviosos seguro que tenemos diarrea o náuseas. De esta forma, en nuestro día a día, si comemos mejor podríamos ser mas felices", según insiste.
En cuanto a la importancia de cuidar de nuestra microbiota en esta pandemia García-Orea destaca que al final ésta nos ayuda a diferenciar entre los patógenos y nuestros propios microorganismos: "La microbiota tiene una gran función de defensa y nos ayuda a defendernos de patógenos, entre ellos. Está formada por virus, bacterias y hongos, y mantiene una muy importante relación con la inmunidad. Es vital, por tanto, el cuidar de nuestra microbiota para tener una buena inmunidad y nos ayude a estar fuertes y defendernos frente a patones externos. Si tenemos mal nuestra inmunidad nuestro cuerpo puede atacar también a nuestros órganos y la microbiota puede ayudar a decir que ahí no se ataque".